Jessie Willcox Smith |
Me gusta el sol y no me disgusta la lluvia, sé que es necesaria y, verla caer a través de las ventanas no carece de encanto. Mojarme mientras paseo bajo el fino sirimiri me resulta muy agradable. El problema son las incesantes fluctuaciones en el estado del tiempo: ora llueve, ora sale el sol, ora graniza, ora sopla el viento, un poco más tarde diluvia antes de dar paso, de nuevo, a un sol radiante y cálido, todo ello en el mismo día. Por las mañanas no sé si ponerme las botas o los zapatos. Si opto por las primeras, al mediodía me coceré las piernas al salir del hospital. Si son los segundos, me mojaré los pies. Si me he arreglado el pelo, le faltara tiempo al viento para convertirse en un vendaval que lanzará el agua en todas direcciones hasta conseguir un efecto similar al del anuncio de Fructis (antes de usar sus productos). No puedo evitar oír a mi abuela y su cariñoso "arréglate esos pelos". Ni todos los productos antiencrespamiento del mercado consiguen mantener el peinado contra las inclemencias meteorológicas. De hecho, aunque prometan milagros, no anuncian ninguno "resistente a la lluvia... y a la primavera".
Los cambios de presión también afectan al humor. Es habitual encontrarse con los nervios crispados a flor de piel. La motivación desaparece: no apetece salir de casa y, dentro de ella, tampoco entran muchas ganas de hacer nada. Tengo el blog saturado de entradas programadas. Hasta tal punto es así, que funciono casi como el hospital: a base de listas de espera. Lógicamente, si ni siquiera soy capaz de encontrar un hueco para mis elucubraciones, tampoco puede haber lector que me siga. A poco que alguno se pase un par de días sin entrar, descubre que se le ha acumulado el trabajo y se encuentra con un popurrí de arrebatos, desahogos, recuerdos, cumpleaños, música, noticias, recetas y cortos de animación que pueden mantenerle ocupado toda una mañana. ¡Para colmo de males pongo enlaces entre ellos! Eso sí, va muy bien para entretenerse en los ratos de insomnio: la preocupación máxima consistirá en escoger la tontería más apetecible de todas las disponibles.
Si se recurre a Santa Bárbara cuando truena, ¿a qué santo hay que encomendarse para resguardarse de la avalancha del blog? ¿Hay alguno que haga salir el sol por las tardes para mandarme "a" paseo?
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