viernes, 18 de mayo de 2012

Restaurante "Sacha" y Crumble de manzana

Para celebrar mi cumpleaños, House y yo nos fuimos a comer a Sacha. Me habían hablado muy bien de él y tenía ganas de ir desde hacía tiempo. No era una mala opción para ir entre semana: a House le pillaba cerca y con Metro directo. En cuanto a mí, sabía que me tocaba ir en coche de todas, todas.

Era mi día de quirófano y, aunque mi intención era acabar rápido, los hados no se aliaron a mi favor. Los cambios se atascaron y, para rematar la mañana, sudé tinta con el último paciente sudé tinta. Tenía una exposición malísima con un lecho pequeño y muy sangrante que dejaba ver aún menos. No fui la única que sufrió en la lucha. También le resultó difícil a la anestesista: su hígado metabolizaba las drogas a velocidad de vértigo, por lo que le hacían el efecto deseado durante apenas un suspiro, tras el cual los monitores pitaban como desesperados y tenía que meterle de todo, de nuevo y a toda prisa. ¡No le daba ni tiempo a recargar sus armas! En fin, un "regalito" de cumpleaños. El caso es que con la hora pegada y la colaboración de mi compañero de fatigas quirúrgicas, logré salir del hospital para dirigirme directamente al restaurante. El trayecto se me dio bien, metí el coche en el Parking que, afortunadamente, estaba justamente al lado y me dediqué a buscar la entrada del local.

No es fácil que nadie encuentre este sitio por casualidad. Se esmeraron en esconderlo. Aunque la dirección es C/ Juan Hurtado de Mendoza, 11, el acceso es por el jardín posterior del edificio, según se entra por la C/ Juan Ramón Jiménez. De ahí, hay que atravesar la terraza de otro restaurante hasta llegar al fondo. Los marcos de las ventanas y la puerta están pintadas de azul pavo y, sólo encima de la puerta pone el nombre con letras metálicas y no muy visibles. Para despistar más a la clientela, en los cristales está grabado "Botillería y Fogón", con lo que se asume que es el nombre del local y, donde una creía, acertadamente, que estaba, piensa, erróneamente, que no está.

Afortunadamente House había llegado con más tiempo y menos apuros que yo y, al verme, salió a buscarme. Mientras me esperaba le habían puesto una cesta de panes surtidos: centeno, tomate, aceite, nueces y pasas, chapata, pan sardo... (todos estupendos) y un paté bastante rico. Estaba hambrienta y ataqué aquello sin contemplaciones.

Nos trajeron la carta, que cambian casi a diario, según lo que haya preparado el cocinero. Había platos que había leído, me apetecían y que no estaban, así que escogimos entre lo que nos ofrecían. Compartimos un salpicón de rape y langostinos con cebollita, aguacate y vinagreta. Estaba delicioso. Luego una milhojas de xoubas (sardinillas o boquerones) que consistían en unas obleas tipo empanadillas aunque cuadradas, fritas, y rellenas con tiras de cebolla pochada con un mínimo toque de pimentón, xoubas abiertas, sin espinas, enharinadas y fritas. La combinación era sencilla pero buenísima.

De segundo me fui al steak tartar, que tiene mucha fama. Me gusta picante y lo aliñaron bien.  Era bueno, muy cremoso, con carne excelente, aunque en mi opinión estaba pasado de mostaza (no creo que lo considerasen el toque picante, porque también se percibía el tabasco, aunque sólo ligeramente. Lo hubiese preferido al revés, pero entiendo que no es un gusto compartido por muchos y que lo hagan así. Venía sólo, sin ningún tipo de acompañamiento, aunque me preguntaron si quería un plato de patatas fritas, pero preferí reservar algo de hueco para el postre. No pude evitar la comparación con el del "4 Estaciones", ya cerrado, que servían con unas increíbles patatas soufflé. Con esas patatas lo ponen también en Sal Gorda (en la C/ Beatriz de Bobadilla) y lo preparan de maravilla. House se pidió la ventresca. La ración no era demasiado generosa aunque la cocción era perfecta: dorado por fuera y crudito por dentro, muy jugoso, con una salsa ligera que recordaba a las japonesas. De postre, algo imprescindible en un cumpleaños, tomé la tarta de manzana templada, que me encanta y que no se encuentra habitualmente: compota de manzana en la base, poco hecha y poco dulce, con un toquecillo de manzana ácida, cubierta por galleta "crumble" (esa que se desmorona en granulaciones de harina tostada con mantequilla y azúcar). Lo humedecieron con un poco de crema de leche, aunque personalmente me gusta más cuando le ponen unas natillas ligeras. House escogió los piononos, muy ricos aunque algo escasos de crema, con un poco más me habrían parecido perfectos: el bizcocho estaba en su punto justo de humedad y el copete de crema tenía una costra crujiente y fina de caramelo.

Dado que debía llevar el coche de vuelta a casa, en vez de una botella de vino, nos lo pusieron por copas: un Valtravieso de una botella Magnum, no sé de qué año, que nos pareció fantástico. Una pena tener que conducir porque era un vino para disfrutarlo y repetir.

El servicio fue fantástico: muy profesional, siempre pendiente sin estar encima, colaborador y de trato encantador.

En resumen: un buen sitio con cocina tradicional ligeramente modernizada, bien hecha aunque no llega a tener "magia" propia.


CRUMBLE DE MANZANA

Ingredientes

1 k de manzanas reineta
300 g de ciruelas secas (no son imprescindibles)
60 g de azúcar morena
1 cucharadita de canela molida

Crumble

125 g de harina integral
125 g de muesli
90 g de mantequilla blanda, a temperatura ambiente
150 g de azúcar morena

Elaboración
Pelar las manzanas, quitar el corazón y cortarlas en trozos, un buen truco es convertirlas en láminas con la ayuda de una mandolina. Quitar la piel a las ciruelas y partirlas por la mitad.
Cocer la fruta en una cazuela, a fuego lento, junto con el azúcar, la canela y 2 cucharadas de agua. Sólo hasta que se ablande sin que se rompa (muy poco tiempo ya que luego va al horno donde termina de hacerse). Para este paso se puede usar también el microondas (unos 3 minutos a máxima potencia).

Crumble: Poner el harina en un bol. Añadir la mantequilla en trozos y amasar con los dedos hasta que parezcan migas de pan. Incorporar el muesli y el azúcar.

Extender las manzanas en la base de una fuente de horno. Espolvorear por encima el crumble, sin apretarlo. Hornear a 180 C unos 30 minutos, hasta que se dore. La casa olerá a pastel de manzana con canela y caramelo.

Servir caliente acompañado de nata líquida o, mejor aún, unas natillas ligeras. Se pueden sustituir las ciruelas por pasas o grosellas, dependiendo de la temporada. En caso de usar grosellas, añadirlas directamente en la fase de horno, sin cocerlas previamente con la manzana.

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