Las patatas guisadas son un plato cómodo y nutritivo. Rápidas de preparar no suelen apasionar, pero tampoco lo pretenden. Por regla general se elaboran sin aspiraciones a alcanzar la categoría de gourmandisse, sino que buscan resolver una comida sin complicarse la vida. No gozan del mismo éxito, ni tampoco dan el mismo trabajo, que las patatas fritas, asadas, con crema, panaderas o las exquisitas "a lo pobre".
Para convertirlas en algo más atractivo, y menos monótono, hermanísima y yo las transformábamos en toda una historia geológica. Las machacábamos con el tenedor y las arrastrábamos hacia el centro del plato hasta crear allí una montaña. Competíamos para conseguir la más alta (dado que mi ración era mayor se podría considerar que la competición no era demasiado justa, pero hermanísima no tenía un saco sin fondo por estómago, como me sucedía a mí, así que tampoco habría hecho buen uso de esa ventaja). Alrededor de nuestro pico distribuíamos las conchas de las almejas para darle el aspecto de una isla volcánica. Una vez creado el escenario pasábamos a la acción. No podíamos hacerla explotar literalmente, ya que el castigo habría sido mayúsculo, así que recurríamos a la erosión del tiempo, limitado en nuestro caso a la duración del almuerzo, para lograr el cambio. Nos comíamos el pico y dejábamos una pequeña meseta. A través de ésta, hundíamos el tenedor y la ahuecábamos formando o un cañón o un cráter en su cima, mientras que su contenido pasaba a formar parte de nuestro estómago. Las laderas asurcadas se adelgazaban progresivamente hasta que no eramos capaces de apuntalarlas con nada y nuestra volcánica isla se desmoronaba en medio de un fuerte seísmo. Era el momento de crear otra, aunque en realidad nos faltaba material para ello. Por este motivo ésta segunda montaña no era más que una versión modesta de la anterior. Ya no había posibilidades de plegar el puré en una inmensa pared propia de una nueva cordillera sino que a todo lo que podíamos aspirar era a subir un pequeño montículo de un viejo sistema. Aún así nuestro volcán no estaba extinto, su centro desaparecía de nuevo hasta convertirse finalmente en un atolón de cáscaras de almejas.
Mar y monte. Con conejo o con almejas. El truco de la tita Carmen para convertir las patatas guisadas en un plato especial no se remonta hasta los orígenes del planeta. A ella simplemente le vale con darles el toque justo de aromático comino. ¡Deliciosas!
PATATAS CON CONEJO (de la tita Carmen)
Ingredientes
1 conejo (o un cuarto de almejas, aunque en ese caso se añaden al final para que se abran en el último hervor)
4 patatas grandes (el guiso lleva más patata que conejo)
1 cebolla
1 tomate pelado
1 hoja de laurel
Majado de perejil, ajo, azafrán.
Pimentón dulce (una pizca)
Comino (aprox 1 cucharadita de comino molido. IMPORTANTE: Tienen que saber a comino porque es lo que les da la gracia a estas patatas)
Elaboración
Saltear el conejo para que quede poco hecho. Añadir el tomate, la cebolla, el laurel y el majado de ajo, perejil y azafrán.
Echar entonces la patata, en trozos, y rehogarla con todo.
Espolvorear un poco de pimentón dulce (con cuidado de que no se tueste o amargará)
Finalmente añadir el comino.
Ponerles un poco de agua, que apenas las cubra.
Hervir y vigilar hasta que las patatas estén tiernas, unos 25 minutos aprox. Se pueden hacer también en la olla rápida, con cuidado porque se corre el riesgo de que se deshagan.
1 comentario:
Pues no, ¡los volcanes no son de Lanzarote!
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