Mi cabeza está llena de buenos propósitos que, por desgracia, sólo viven allí. Sé que para realizar algo que depende sólo de uno hay que empezar por proponérselo. A diferencia de las cosas que vienen impuestas, que se improvisan sobre la marcha, o que uno se encuentra de sopetón, en estos casos se requiere pensar en ello, analizar la situación y elaborar un plan de acción.
Sin embargo, la intención sola no basta sino que además hay que esforzarse para llevar el hecho a cabo. Dentro del propósito original conviene incluir la idea de ponerse manos a la obra o es fácil que todo se quede en unas bonitas palabras, sin más, sin llegar a ningún lado. No se trata simplemente de imaginarse lo que se debe hacer. Tampoco es cuestión de asignárselo entonces a otro y considerar con eso que se ha cumplido, y vanagloriarse en ello. El mérito se gana cuando es uno mismo el que, además de proponérselo y proyectarlo, se ocupa de hacerlo.
Con demasiada frecuencia, al pensar en ello, me dejo llevar y viajo a un mundo de ilusión en el que me figuro que lo he conseguido. Es una sensación estupenda, una combinación de alegría y satisfacción, y también de superación. Es una lástima que tan sólo se trate de fantasía y que la mayor parte de mis buenas intenciones no pasen de ese estado. El propio blog está lleno de este tipo de ejemplos, y es incluso una muestra de ello. Poner las cosas por escrito no es lo mismo que ejecutarlas, aunque al menos, de este modo, se quedan registradas para tenerlas presentes a modo de recordatorio. Luego es cuestión de voluntad, decisión y esfuerzo. ¿Quién sabe si algún día...? Incluso a mí me suena a excusa, claro que este manifiesto es una fuente de argumentos para que los de mi alrededor me azucen a pasar a la acción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario