martes, 19 de marzo de 2013

Lingüística en ruta

Ser hija de lingüistas es una gran ventaja, especialmente cuando ambos llevan el gusto por la lengua en la sangre y en algún gen que me contagiaron. A mi padre le debo el que me enseñase a leer antes de empezar el colegio, lo que dio origen a mi afición que desembocó en mi fama de tragalibros. Reconozco que no siempre estaba de acuerdo con sus sugerencias de lectura, aunque con el tiempo las he apreciado todas. Los papeles póstumos del club Pickwick, que ahora recomiendo a todo aquel que no lo haya leído, fue durante una larga época un libro que los hermanos tuvimos catalogado dentro del grupo de castigo y a cuya lectura nos resistíamos como modo de rebelión contra la insistencia paterna, además de por mero desconocimiento.

Las lecciones de gramática comenzaron en nuestra más tierna infancia. A pesar de nuestra deficiente pronunciación con lengua de trapo era imprescindible hablar con propiedad. La construcción de las frases debía ser gramaticalmente correcta. Durante nuestros largos viajes en coche, en los que atravesábamos media España por las carreteras de los 70, parte del "entretenimiento" consistía en explicaciones de lengua. Hermanísima enseguida se erigió en maestra ciruela y dado su extremo dominio del lenguaje hablado, el cual practicaba en cualquier situación, a los 4 años, aunque no supiese leer, era perfectamente capaz de reconocer un laísmo, un loísmo o un leísmo  inadecuado y como tal lo señalaba. El pundonor no me permitía pasar por la humillación de que fuese ella la que me corrigiese, así que yo también aprendí a hablar mejor (y a buscarme las castañas en caso de duda). No creo que muchos niños pensasen automáticamente si un verbo era transitivo o intransitivo para saber si le correspondía un le o un lo, según se tratase de sustituir un objeto directo o indirecto. Por aquel entonces me parecía algo natural y no le comenté a nadie aquel truco secreto e infalible, aunque no creo que mis padres se hubiesen extrañado al saberlo. Fue una mirada de House, cuando se lo conté muchos años después, lo que me hizo darme cuenta de que casi nadie aplica conscientemente esa regla gramatical a la hora escoger el pronombre adecuado.

Por supuesto mis padres no sólo se preocupaban por el lenguaje de hermanísima y mío. Por sus manos, especialmente por las de la Señora, no sólo pasaron sus alumnos de turno sino también una buena parte de mis primos, y algunos vecinos, acompañados por sus libros escolares. La palabra "melón", en su tercera acepción de la RAE, era la más utilizada durante aquellas clases con el fin de designar sus aptitudes. No sé qué habría sido de esos pobres de haber tenido que pasar por la experiencia de uno de aquellos viajes en coche. ¿Quién sabe? A lo mejor el hecho de estar en un espacio confinado y sin posibilidad alguna de recreo (ni de escapar al baño) les daba el empujón necesario para esforzarse un poco más y meter unas letras en sus cabezas.

Ahí no terminó mi aprendizaje. Ahora dispongo del lujo de tener a la Señora de correctora de pruebas, un privilegio por el que pagaría más de un escritor y que disfruto por abuso de amor maternal, lo que no  impide que me dé una opinión sincera y profesional. Si algo no le gusta, me lo dice sin tapujos, la sutileza no se estila en nuestra familia. Me señala mis coletillas, los fallos en el ritmo, las reiteraciones en las construcciones, el abuso de adjetivos y un millón de detalles en los que procuro no recaer. El catedrático ejerce directamente de crítico, casi me suplica que no escriba poemas y, con su visión de futuro, me señala lo que más le gusta y me exige más. La única situación en la que es más optimista que yo es a la hora de valorar mis capacidades y limitaciones. Sobra aclarar que me considero una afortunada. Gracias.

3 comentarios:

Carmen dijo...

Hemos sido afortunados, la verdad es que sí. Hemos tenido una educación estricta (compensada con unas vacaciones de lujo en La Granja). Tardes de inglés, veranos con deberes, clases particulares, viajes al extranjero desde bien pequeñas...La verdad es que se nos han proporcionado todos los instrumentos para ser personas independientes económica e ideológicamente. Con recursos para movernos en ambientes distintos y adaptarnos a situaciones diversas.
Hoy es el día del padre y tengo que agradecerle los sacrificios que hizo en su vida personal para conseguir los recursos necesarios que nos han ayudado a todos a mejorar. Gracias padre.

Elvis dijo...

Tanta corrección de leísmo y laísmo y me he tenido que casar con un segoviano que cae en todos y no parece apreciar esas pequeñas correcciones cuando se las hago! Veremos a ver si como padre aplica el mismo método! Un beso

Anónimo dijo...

Ja ja ja...Bueno Elvis el menino tendrá a sus abuelos, tías y madre.
¡Qué pena Groumpy! Que a mi no me ha tocado nada de esa parte de la familia ¡Qué bien me hubiera venido!
¡Al menos!Que ya es mucho,he disfrutado de las clases y conocimientos de tu madre, eso son cosas que cuanto más mayor eres, más se disfrutan.
pal