martes, 5 de marzo de 2013

Estaciones de estrellas

En primavera las estrellas suben a la montaña después de la lluvia, atraídas por el olor de la tierra húmeda. Se transforman en rocío y descansan en la hierba. Las briznas se cimbrean bajo el peso de las gotas y se hacen cosquillas unas otras. La pradera sonríe al amanecer. Las estrellas se divierten y se resisten a recogerse. Se tiñen de colores, tiemblan como alas de mariposas y se esconden en valles cuajados de flores. Los rayos del sol tantean cada rincón mientras viajan de este a oeste y, bajo el roce de su luz, las estrellas se adormecen. Sueñan con vivir romances y sus deseos inflaman pasiones en la noche.

En el calor del verano surcan fugaces el cielo. Con un simple parpadeo, se zafan de las miradas y siguen el camino de la Vía Láctea para bañarse en el agua. Se zambullen, chapotean, se impregnan de sal de mar. Se refrescan en la brisa y cabalgan en las olas hasta perderse en la orilla.

En otoño, el aire huele a castañas. Las estrellas se encienden con las brasas del atardecer y sus llamas reverberan en las copas de los árboles. En ese instante crepitan igual que el viento mientras agita las hojas. El aire se carga de magia, se abren puertas, se despiertan los fantasmas y se susurran historias llenas de nostalgia.

En invierno caen pedazos de estrellas durante las grandes nevadas. La ventisca los arrastra junto con copos de nieve que se funden con sólo rozar las pestañas. El frío resguarda bajo su capa de hielo las que quedan en el cielo pero, al llegar la madrugada, el manto se quiebra en añicos de escarcha. Suena música, los acordes de un nocturno se cuelan entre los ruidos del mundo. Es la luna que tirita tras su velo de neblina.

1 comentario:

Elvis dijo...

Es curioso cómo las estrellas cambian de un sitio a otro, ahora entiendo por qué.

Besos!