lunes, 29 de julio de 2013

El sentido de la vida

La gran pregunta, que casi todo el mundo se plantea en algún momento es: ¿Cuál es el sentido de la vida? La vida es un misterio que desconocemos. Aspiramos a resolverlo e imaginamos que tras en el enigma del futuro se esconde una finalidad, más o menos memorable, pero cuyo cumplimiento logrará que nos sintamos realizados y, sobre todo, especiales. Pensamos en una meta individual, propia, que ratifique nuestra unicidad. Sin embargo la vida es algo natural, común a todos los seres vivos, y su objetivo, por tanto, también es común. ¿Cuál sería este? No hay que darle tantas vueltas, es evidente. Lo más básico, lo que subyace incluso bajo la propia evolución es la supervivencia. Esa es la gran respuesta.

La vida se basa en ese instinto, si se carece de él, el individuo se rinde y muere. Una muerte rápida, una muerte lenta, una muerte en vida, no importa, sea como sea, sin deseos de vivir se está muerto.

Desde este planteamiento la pregunta cambia: ¿por qué nos complicamos la existencia? Sencillamente porque la supervivencia natural no es nada fácil y buscamos los medios para superar los obstáculos. Cierto que conseguimos evadirnos de algunos, aunque suele ser a costa de que surjan otros nuevos. Dejamos de ser individuos aislados. Asumimos intereses comunes como propios cuando, en realidad, nos los impone la sociedad. Nos autoconvencemos de que dentro del grupo detentamos un papel concreto que marca nuestra supuesta importancia. No somos conscientes de que esa valoración es algo subjetivo: somos más relevantes para nosotros mismos que para el resto. Nos creemos imprescindibles, sin embargo es fácil demostrar que no lo somos y esa constatación es algo que nos resistimos a aceptar. No obstante ahí está: tenemos suplentes. Incluso, en un determinado momento, nosotros mismos hemos sustituido a otro, u otros, al ejercer distintos papeles. No es más que un ciclo que se continúa, que se repite, y en cuya base subyace el anhelo de continuar formando parte de él.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Totalmente de acuerdo. Hace una semana estaba en Madrid, en mi cole, con mis amigas y ahora estoy al otro lado del océano, en otro cole, con otras personas. No somos imprescindibles para nadie ni en ningún sitio pero si que es cierto que hay personas de las que me cuesta más prescindir y una de esas personas eres tú.
Los hijos, los hermanos, los padres y los amigos son los que te hacen imprescindible y se hacen imprescindibles para uno mismo. Las cosas materiales se pueden perder, romper, te las puedes olvidar, las reemplazas pero: ni las barbacoas de mi hermano, ni las conversaciones y los detalles de mi hermana mayor, ni los achuchones a mi sobrino, ni el aperitivo con mamá de los domingos, ni las merendolas con mis amigas, ni mi vecina y amiga Mar, ni las escapadas a Linares...no se puede parar, hay millones de cosas que no se pueden cambiar por nada pero a las que se les sumarán montones de otras situaciones que gustará recordar cuando nos marchemos. Empezamos con los ratos en casa de Carlos y Mariela (y ya van dos en 5 días).

Manolo Torres dijo...

Una entrada muy jugosa y que da para debatir todo lo que se quiera.
El sentido de la vida que cada uno tenemos es diferente, varía con el tiempo y puede ser totalmente contrario de una persona a otra. Lo triste, es que después de los años no consigamos descubrir el verdadero sentido de nuestra vida, o al menos intuirlo.
Saludos, manolo.