domingo, 7 de julio de 2013

La tarta de cumpleaños

Emma se levantó muy temprano, cuando aún no había amanecido. No le supuso ningún esfuerzo, al abrir los ojos había recordado que era su cumpleaños e, inmediatamente, se le había pasado el sueño. ¿Qué hacer hasta que los demás se levantasen? No podía despertar a su hermana, era una dormilona y no le solía gustar. Además debía procurar no hacer ruido, y Lucía no era precisamente silenciosa. ¿Leer? Se sentía demasiado emocionada para concentrarse en un libro. Pensó un poco más y se le ocurrió una idea genial: ¿y si preparaba ella misma su tarta de cumpleaños para celebrarlo en el desayuno? Sería igual que la mañana de Reyes.

Ni corta ni perezosa bajó a la cocina. Tuvo la precaución de cerrar la puerta. Los dormitorios estaban en el piso de arriba y así evitaría que nadie la oyese trajinar. ¡Qué sorpresa se iban a llevar! A Emma le brillaron los ojos al imaginar sus caras.

¿Qué tarta escoger? Con tanto calor mejor una sin horno. Además no quería desobedecer a mamá que no le permitía encenderlo sin su supervisión. ¿Y si se quemaba y estropeaba el día? ¿Cuál entonces? ¿Qué hacer que les gustase a todos? Se decidió por una de las favoritas, la de crema de chocolate. No sólo era fácil, sino que incluso había ayudado a mamá a prepararla. Antes debía comprobar que disponía de todos los ingredientes. Miró en la despensa: sobres de cuajada, chocolate de repostería, galletas Oreo y una botella de leche evaporada. No faltaba nada.

Lo primero era triturar las cookies para la base. Vació el paquete en la Thermomix y le dio al botón de velocidad máxima. ¡Qué máquina más escandalosa! La paró casi al instante por miedo a alertar a toda la casa, vecinos incluidos. Las galletas se habían convertido en una masa que apretó con las dedos sobre el fondo de un molde. Lo metió en el arcón congelador para que se asentase rápidamente. Sólo quedaba la crema. No sería difícil, mamá decía que era cuestión de seguir las instrucciones del paquete. ¿Cuánto eran 100 ml? ¿Un vaso? ¿Cómo averiguarlo? Se fijó en la botella de leche, 500 ml, entonces usaría dos sobres para conseguir una consistencia firme. Mezcló la leche con los polvos y lo puso a calentar en el robot que, de paso, también se ocupaba de removerlo. Partió el chocolate en trocitos y se lo añadió. Esperó a que se deshiciese sin dejar de observarlo. ¡Qué bien olía!

Sacó la base, el frío la había endurecido, aunque no sabía si lo suficiente. Tendría que arriesgarse. Vertió la crema con cuidado por encima. Sin problemas. La guardó en la nevera, allí terminaría de consolidar. ¿Qué hacer ahora? (era una niña y por lo tanto no pensó en recoger las pruebas del milagro). Una película en el salón le pareció un buen plan.

Apenas se sentó en el sillón la chiquilla se quedó profundamente dormida. Se despertó desorientada, miró a su alrededor y le pareció ver la cabeza de su hermana Lucía asomarse por la puerta. Se levantó y fue hacia allí. No había nadie. Oyó la canción de cumpleaños feliz, cantada a coro por toda su familia. ¿Estarían celebrando el cumpleaños sin ella? La canción sonaba cada vez más fuerte, venía de la cocina y se acercaba. Emma vio el reflejo de las velas encendidas en la pared y a su hermana girar con cuidado el recodo del pasillo mientras sostenía su tarta en las manos. La seguían todos los demás, incluso los abuelos. Sin parar de cantar, hicieron un corro alrededor de las niñas y Emma cerró los ojos, pidió un deseo y sopló las velas.

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