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Ya estoy fuera. El camión de la basura va hoy con retraso así que debo tomármelo con calma. Para colmo ha bloqueado al autobús kamikaze. Estoy por subir a casa y avisar al trabajo de que llegaré tarde. Se para el camión a recoger los cubos, aunque se aparte en la zona más ancha de la calzada al autobús no le basta. Giramos: dos carriles, dos sentidos, tras un cuarto de hora para recorrer veinte metros me parece que he llegado al paraíso. Hay gente en la parada. Cualquier iluso pensaría en aprovechar y adelantar al autobús detenido mientras recoge a sus pasajeros. En el caso del kamikaze lo mejor es abstenerse. En cuanto descubre la atrevida maniobra se esfuerza por obstaculizarla. Arranca, acelera, a los cristales se pegan las caras asustadas de sus viajeros, la mayoría recuperan la fe en ese momento e invocan a Dios en una rápida plegaria. Los últimos en subir se libran por los pelos, gracias a las puertas que se cierran sobre ellos, de acabar tirados sobre el pavimento. Conviene que se agarren bien cuando las puertas se abran de nuevo para que el osado piloto del ridículo turismo reciba todos los improperios que se merece. ¿Civismo? En la selva de las bestias impera la ley del más fuerte.
Tanta aventura y sólo he girado la primera esquina. Ahora llega la parte de los semáforos. Me sorprende descubrir el gran número de daltónicos que habitan esta ciudad. Comprendo que el ámbar puede inducir a error pero ¡el rojo! Si he contado bien han sido cuatro los que han acelerado para hacerse con la pole position. ¡La carrera promete! Lástima que se hayan equivocado de circuito. Seguro que es culpa del GPS.
Al fin estoy en carretera. El carril central es una caravana de borregos. Tengo delante a un abuelo cuya edad supera con creces su velocidad. Por el retrovisor contemplo los coqueteos entre la vida y la muerte de un potencial donante de órganos sobre su moto. Un poco más allá la tonta de turno de todas las mañanas trata de emplear su escasa habilidad para manejar con una mano el cigarro y el móvil. La estupidez no le pertenece en exclusiva, en un coche de lujo viaja su partenaire masculino enfrascado en la misma tarea.
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¡Por fin! La sección correspondiente a las líneas que separan los espacios de aparcamiento es una lección complicada, que requiere preparar esquemas y para la que no me siento preparada. La reservaré para otro momento.
8 comentarios:
Todo eso es perita en dulce comparado con las camionetas texanas y los tarugos que van en ellas o los coches decrépitos o tuneados de los hispanos o los "quiero y no puedo" de los afroamericanos. Yo voy rezando para que Dios me de reflejos para ir esquivándolos a todos y para que no los ponga detrás de mi en caso de frenazo. Hermanísima
Calidad de vida= ir andando al trabajo. Una pena que no siempre sea posible.
Estoy agotado, sin salir de casa.
Ufff menuda aventra!!
Menos mal que no siempre es asi... Aunque hay muchos casos que describes que se viven demasiado a menudo...
Hola, Sol, buenas tardes. ¿Experiencia propia o ficción literaria? Porque si se trata de lo primero, buff, qué stress: solo me cabe desearte que lo sobrelleves con deportividad (no de F1, sino de la otra...).
Un abrazo y hasta pronto.
Es a lo que me enfrento cada mañana, creo que el autobusero kamikaze se espera hasta verme salir del garaje.
Besos.
No me extrañaria, para poner a prueba el temple. Marie.
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