Recuerdo cuando viajé con mi padre por Alemania. Corría el año 1985. En aquella excursión nos recorrimos de cabo a rabo la que por entonces era la República Federal. Primero fuimos de Oeste a Este y luego de Sur a Norte. Las autopistas no tenían límite de velocidad y los deportivos volaban por el carril de la izquierda, mientras mi progenitor le metía caña al 1430 familiar comprado de segunda mano en el 75 y que, sólo llevaba encima los kilómetros de los viajes casi mensuales a Linares, desde Zaragoza, Valladolid y Madrid, más los itinerarios turísticos del verano entre los que se incluían un recorrido Madrid-Polonia y un circuito intensivo por ese país. El pobre coche cambió de manos ese mismo año y pasó a la propiedad de mis tíos, a quienes sirvió con fidelidad gracias a la ayuda de pinzas con las que se sujetaban las ventanas y un tarugo de madera que evitaba que se destensase el freno de mano. Unos años después se jubiló definitivamente y fue estudiado, a modo de Chitty chitty Bang bang, por los estudiantes de Mecánica del Instituto Politécnico de Linares. No me quiero ni imaginar lo que encontrarían en su motor.
En aquel viaje por tierras "bárbaras" nos cruzábamos, muy de vez en cuando, con una zona en obras. Sorprendentemente no se formaba un atasco de dos horas, como ocurre aquí. En esos tramos veíamos cómo reconstruían a conciencia aquellas carreteras. Para empezar ponían una base de adoquines, a modo de calzada romana y, sobre esos firmes cimientos, vertían el asfalto.
En España lo que se ve en las autovías en construcción es una apisonadora que alisa un camino de tierra, antes de cubrirlo con una capa finísima del asfalto de rigor, de la calidad más baja permitida. Los agujeros no se reparan sino que se rellenan de arena y se pintan de negro y, luego, se cruzan los dedos para que no llueva durante la consolidación del precario recubrimiento. Lógicamente, el remiendo se vuelve a abrir, en el mismo sitio, en pocos meses (y eso porque últimamente dura algo más gracias a la sequía). Debe de ser por los factores meteorológicos por lo que este año, el Ministerio de Obras Públicas ha decidido olvidarse de los socavones de las calzadas. Si una no quiere dejarse las ruedas en el trayecto, más vale que se conozca el camino y que, además se fije bien en cada giro porque, incluso, se corre el riesgo de terminar con el vehículo atrapado en el agujero y es que, algunas zanjas podrían albergar en sus profundidades a cualquier fiera salvaje.
2 comentarios:
Ahora mismo Madrid parece un circuito de carreras comparado con Sao Paulo. Aquí las aceras dependen de la comunidad de vecinos, no son publicas, así que la calle es como una pequeña carrera de obstáculos.
De los boquetes que hay por las carreteras casi que mejor ni hablar..... Pero nunca he visto tanta piscina en plena autopista. ¿No podrían por lo menos cambiar el alcantarillado teniendo en cuenta que las estaciones son época de lluvias y época seca?
En bici de carretera, sin amortiguación, sí que se ve cómo evolucionan esos baches a agujero, y de agujero a boquete, y éste casi a socavón. Algunos pasos de peatones en Madrid son otro obstáculo a evitar, no sólo por lo deslizantes que son cuando se mojan, también por lo elevadas que han quedado algunas bandas con tantas capas de pintura (no es broma).
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