Aunque no hay dinero para pagar a los laboratorios farmacéuticos ni para mantener los sueldos, recortados desde hace más de 30 años para sostener el sistema sanitario, sí que lo hay para malgastarlo en otro tipo de partidas cuyo presupuesto va por otro lado. Por ello, con la excusa de la calidad asistencial y la protección de datos han decidido burocratizar el hospital. Si cuando uno va a cualquier organismo oficial debe coger un número y esperar a que le avisen por la pantalla, lo mismo va a aplicarse ahora con los pacientes citados, con unas determinadas peculiaridades.
Por supuesto no se cuenta con que la gente que acude a oficinas y ministerios lo hace en un estado de salud mental y físico supuestamente normal. Los pacientes son enfermos, ese es el motivo por el que acuden al hospital, con deterioro en su movilidad, memoria, atención, audición y visión. Claro que los burócratas no los atienden y se han olvidado de ello. Así, un abuelo de 80 años, con cataratas, según entre al hospital tiene que acudir a unas máquinas que una mente iluminada ha decidido instalar en el hall, para introducir en ellas su tarjeta sanitaria, si consigue encontrarla entre el papeleo habitual que aportan los pacientes. Si todo va bien, le saldrá una etiqueta en la que le indicará (supongo que en grandes caracteres y espero que con un mapa) el código que le corresponde y la ubicación de la sala de espera y el número de consulta en el que está citado. Si por algo en citaciones le han cambiado la cita, lo que ocurre a diario, no obtendrá ningún papel porque no figura en los listados del hospital. En el improbable caso de que el lector de tarjetas no funcione o que el paciente no encuentre el documento, debe teclear su número de DNI para obtener el ticket.
Una vez el paciente ha conseguido su recibo, al médico le aparece en el ordenador un icono que le indica que su enfermo ya está en el hospital. El dónde no importa, ya encontrará la consulta cuando descifre las letras y los números que protegen su identidad. Para ayudarle a orientarse, se cambiará toda la nomenclatura de las señales, así incluso los pacientes que ya se conocen el hospital hallaran su sala con más facilidad. El galeno, al ver el símbolo, puede pulsar la señal de llamada y esperar un par de minutos dentro de los 7 u 8 que dispone para atenderlo. El paciente, si ha dado con la sala correspondiente, pasará a la consulta tras ver su código en la pantalla.
Durante la integración del sistema de llamadas con el programa de consulta han paralizado, sin pretenderlo, el sistema informático de todo el hospital una mañana completa y la mitad de otra, y eso que aún no ha entrado en funcionamiento, sólo estaban con los ajustes pertinentes. No les importa si en esos momentos el médico no puede pedir preoperatorios y pruebas, ni escribir en la historia clínica del paciente, ya lo hará cuando le sea posible, movido por la preocupación profesional de cada caso. Aunque con cada paciente deba esperar a que se abra el programa para comprobar si vuelve a funcionar, esa pérdida de tiempo no tiene por qué repercutir en la calidad asistencial.
Estoy convencida de que la percepción de calidad de los enfermos aumentará varios puntos gracias a este tipo de moderna atención tecnólogica, en vez de con el anticuado trato personal. Seguro que, en estos tiempos que corren en el que los médicos aparecen con nombres y apellidos en los foros y en el facebook de cualquiera que desee ponerlos verdes, los pacientes agradecen la protección de su anonimato.
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo. Lo contrario exactamente es lo que van a hacer en los coles donde los alumnos son jóvenes y despiertos (unos más que otros claro). En vez de gastarse el dinero en pizarras digitales (que son el único futuro posible para que los alumnos encuentren algún atractivo en las aulas, nuestra iluminada presidenta ha pensado gastárselo en tarimas que, palabras textuales, devolveran la autoridad al profesor. Esto que parece ciencia ficción es real como la vida misma, resulta que el respeto al profesor no viene de casa y de la educación del niño, viene de una tarima. Si lo llego a saber antes, me habría subido a una mesa cuando daba clases en la UVA. Os pongo el enlace para que veais que no me lo he inventado:
http://www.dailymotion.com/video/xiz18c_aguirre-instalara-tarimas-en-las-aulas_news
También me pregunto por qué los profesores no tienen una visión global de las aulas, ¿es que alguno tiene tiempo de sentarse en su mesa? ¡qué suerte!
Y algo más: cuando el médico pulsa la señal de llamada, el paciente, que ya está en su sala de espera, no entra. ¿Por qué? Porque el médico es OFTALMÓLOGO y su paciente no ve lo que pone en la pantalla.
Dios nos libre de tanto iluminado oscuro.
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