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Amelia Jane Murray
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Hoy han inaugurado la Feria del Libro en el Retiro y, casualmente, disponía de la mañana para visitarla. Así que, empujada por la atracción por mis queridos
libros me he enfrentado a mi pereza, a mi alergia al polen y al calor infernal para dirigirme al Paseo de Coches a mirar los stands. He ido temprano y, por suerte, he accedido al Parque por la puerta de O'Donnell, la del
torreón de Rapunzel. Gracias a eso no me he encontrado con demasiada gente. De hecho había bastante menos de lo que me esperaba. Está circunstancia tenía una explicación lógica: la mayoría de los asistentes estaban congregados en el extremo opuesto de la Feria, por el literario motivo de cotillear la llegada de los príncipes. Lo siento por los lectores curiosos de este blog que tendrán que buscar ese reportaje en otros medios. No puedo informar al respecto porque me he mantenido alejada de la zona de la alfombra roja. Sí que sé que habían colocado una, supongo que para amortiguar los pasos de los
tacones de Letizia, preciosos por lo general aunque con el inconveniente de no estar hechos para caminar. Es uno de los problemas de convertirse en
princesa: se pasa a ser un mero adorno, sin voz ni voto y con fines reproductores. En algunos casos es una suerte que así sea, ya que gran parte de la realeza carece de inteligencia y de sentido común, lástima que uno de ellos sea nuestro propio monarca. Ni mi evidente monarquismo ni mi ilusión por vislumbrar a sus Altezas eran suficientes como para atraerme a arrostrar hordas de gente y, aún menos, escuchar sus comentarios al respecto. Había libros en abundancia y me sobraba material más que interesante con el que entretenerme.
La escasez de público me ha permitido cotillear a mi gusto. He hallado libreros interesados en comentar sus obras, en atender bien a la gente y, también, me he topado con la otra cara de la moneda: dependientes con cara y tono de hastío (y eso que era el primer día). No me quiero ni imaginar el gesto agriado de estos el 10 de junio: si para entonces sacan la recortada cuando se asome algún cliente por su puesto no me extrañará en absoluto. Me han encantado los de
Galaxia Gutenberg y los de la
Librería Rafael Alberti, que es donde me he hecho con mi alijo. Podía haber escogido cualquier otro puesto o perderme entre tanta opción. Sin embargo la elección no me ha supuesto ningún tipo de dilema: en estos stands hablaban con cariño de sus libros y hacían comentarios y críticas sobre los argumento y el
estilo de cada uno. Se notaba que recomendaban lo que a ellos mismos les había entusiasmado y, así, es difícil resistirse.
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Cartel de la Feria del Libro 2012 |
Tras más de tres horas de paseo, y varias bolsas, aún me quedaba mucha Feria por recorrer. Para entonces el sol caía de plano y picaba sobre la piel. Entre el calor, la perspectiva de los príncipes y la idea de House saliente de guardia, esperándome en casa para comer, he abandonado el parque y, tras pasar por
De Sybaris, a por algo con lo que mejorar el humor y la glucosa de mi querido esposo, he emprendido el regreso.
1 comentario:
El mes de mayo en Madrid suele estar lleno de alicientes (corridas de toros, fiesta del patrón, Retiro y parques maravillosos de vegetación, por ejemplo), pero uno de los más atractivos para mí es sin duda la Feria del Libro. Eso de tener un Paseo como el de Coches lleno de expositores de libros a un lado y a otro es una sensación de lo más placentera. Los problemas se plantean a la hora de seleccionar los puestos a los que acercarte (pues a ver si te vas a dejar lo mejor sin visitar) y el de ir acumulando peso según vas comprando. Este último es el que tengo peor resuelto, pues aunque siempre me hago el firme propósito de comprar a la vuelta, luego ante el miedo de no pasar otra vez por el mismo sitio porque pueda tomar otra salida, acabo cargando con más de lo recomendable para unos huesos deteriorados. Este año voy a ver si lo hago mejor y ya os contaré. De Señora
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