Finales de Septiembre: Regreso de vacaciones. Llamada de hermanísima:
-Grumpy, ¿cuándo vuelves al hospi? Recuerda que tienes que pedirme cita en la Unidad del dolor por lo de mis
migrañas. Me tocaría revisión en Octubre.
¡¿Recuerda?! ¿Qué soy? ¿la agenda de la familia?
-
No empiezo a trabajar hasta el día cuatro. ¿Cuándo te dijeron que tenían que volver a infiltrarte?
- Creo que por estas fechas, pero no me acuerdo exactamente de qué día.
Deduzco que yo sí que debería recordarlo aunque no lo haga ella, que es la afectada. A fin de cuentas eso es tan sólo un pequeño detalle, por completo irrelevante. Lo peor es que no me sorprende, debo de haber hecho callo con los años.
-
¿No te dieron un papel de cita?- pregunto con optimismo
- Ahora que lo pienso creo que sí, pero no sé donde está. ¿No te lo di a ti?
(la mejor defensa es un buen ataque, especialmente si consiste en descargar balones fuera).
-
No me suena (suelo acumular varias de esas hojas en la mesa de mi despacho y cuando tengo un rato me acerco con el taco completo al puesto de citaciones para personal. Me conocen y creo que incluso me temen. Saben que tengo la familia más numerosa de todos los trabajadores del hospital. Por supuesto, cada vez que algún administrativo asoma la nariz por mi consulta para pedirme un favor no puedo por menos que sentir cierto alivio al poder devolverles los suyos).
- Lo buscaré - me promete hermanísima.
Día 4 de Octubre. Primer día de trabajo. Ni papel de cita aún, ni tampoco tiempo para ocuparme de ello. Sí que compruebo que no está en mi mesa. No puedo hacer más, estoy en quirófano. Esa misma noche, barbacoa familiar en casa del hermano con mis tíos. Al parecer hermanísima sí que lo ha encontrado, pero...
- Se me ha olvidado traerte el papel - me confiesa.
-
¿Te acuerdas al menos de cuándo tenías la cita?
No lo ha mirado. Al menos lo ha encontrado
(algo es algo).
- Te lo doy el lunes, en mi cumpleaños.
Lunes 8. 5 días de trabajo han bastado para sentir que las vacaciones han quedado muy lejos. Llegada triunfal con 3 guardias en ese periodo, amenizadas con un par de viajes al hospital y un quirófano urgente, para mantenerme entretenida, durante la noche del sábado (un gesto considerado del busca, por si estaba aburrida en casa sin ningún plan). Es el cumpleaños de hermanísima con reunión familiar alrededor de una buena mesa repleta de manjares caseros. Entre la apertura de los regalos, la homenajeada me hace entrega del famoso papel. Debo reconocer que ha escogido bien el momento, imposible protestar justo en ese instante. Miro la fecha. Es para el 16 (bien, sólo estamos a 8, incluso me sobra tiempo). Esto no es un favor, es un milagro. Además con condiciones:
- Entérate de quién me lo va a hacer porque quiero que sea mi doctora de siempre. Si no es ella, me cambias la cita.
¡Genial! Todo son facilidades. ¿Cuándo pensé que hacer Medicina era una buena idea? Ah, sí, justo cuando rellené la preinscripción para la Universidad. Debería de haber seguido con mi idea de Biológicas, aunque me hubiese muerto de hambre.
Al día siguiente, al final de la consulta, me acerco a la Unidad del dolor. No está la enfermera que conozco. Afortunadamente la que está tras el mostrador también es muy colaboradora. Revisamos las citas y encontramos la de hermanísima. ¡Alerta! No es la doctora que ella desea.
- Ha tenido un bebé y está de baja - me explican.
-
¿Hasta cuando?
- Va a pedir una excedencia y no volverá hasta Febrero.
O bien hermanísima aguanta sus migrañas hasta entonces, o bien busco a otro médico de manos delicadas y trato encantador que me la encandilé hasta que regrese su adorada doctora. Afortunadamente la suerte se cruza en mi camino en la persona de otra doctora. Le explicó el quid del problema. Ya he dicho que sé que es un encanto y en un momento lo soluciona todo. Sólo hay que cambiar la hora de cita, pero el día sigue siendo el mismo. Es 9 de Octubre. Si yo he podido hacer el milagro, hermanísima podrá apañárselas con sus clases.
Día 15. Llamo a hermanísima. Lo coge mi sobrina pequeña, que suele realizar las funciones de secretaria cuando no es ella la que ocupa el aparato.
- ¡Hola tita!
-
¡Hola ciclón! ¿Está por ahí tu madre?
- Sí, ahora te la paso. ¡¡¡Mamá!!!....- (se oyen voces y explicaciones)- Dice que está tendiendo la ropa, que ahora te llama ella.
Me conozco esos "ahoras" y con suerte significan ese mismo día, pero con frecuencia pasan al día siguiente.
-
Pregúntale si va a venir esta noche.
- Dice que por qué.
-
Para ir mañana conmigo al hospi a lo de su consulta.
Hermanísima coge el teléfono. Parece que la ropa puede esperar.
- ¡Mañana! ¿Seguro que es mañana? Pensé que era más adelante.
Estoy a punto de abrirme las venas. Me veo que la próxima vez me va a tocar incluso hablar con la directora de su colegio. Hago acopio de paciencia.
-
Mañana es día 16 y tienes cita a las 8 y media de la mañana - le explico (¡sólo me falta que no se presente!)
- Tengo que hablar con mamá para ver si me puede recoger cuando termine (después de las infiltraciones la pobre sale para el arrastre).
-
Ya sabes que hoy tiene curso en el Museo.
- Espero que no se haya ido todavía
(yo también). Ahora te llamo.
El ahora es una hora después. Espero que en el ínterin haya hecho todos los trámites necesarios.
- Dice mamá que como la cita es muy temprano ella me lleva y me trae, así que me iré allí esta noche a dormir.
House me mira. Tras las conversaciones de la tarde está intrigado por el desenlace y por saber si me tengo que poner a recoger la habitación "de invitados" para hacerle hueco a hermanísima. Tiene la secreta esperanza de ver ese cuarto ordenado, pero hermanísima ya sabe de sobra que el orden no figura entre mis virtudes y no es momento de desengañarla. Le explico que finalmente no tendremos huesped. Le ahorro un sinfín de detalles de los que, sin embargo, ha sido testigo.
Al día siguiente llego temprano al hospital. Pese a la hora ya tengo un paciente madrugador esperándome. Es uno de los de toda la vida, me conoce y sabe mis hábitos. Me cuenta que tiene que irse y viene a ver si le puedo ver antes de su hora. Afortunadamente está bien y es una visita rápida. A las 8 y cuarto estoy en la Unidad del dolor. Eso sí, sola, no aparece ningún otro miembro de mi familia por allí. Enciendo el móvil. Silencio. Por no haber no hay ni mensajes. 5 minutos después, suena. Son ellas, ya están ahí (lo que significa que han aparcado). Salgo al hall a buscarlas. A partir de ahí todo va rodado y hermanísima, en su línea habitual, incluso hace buenas migas con su nueva médico.
La llamo por la tarde para ver qué tal se encuentra. Durante la conversación me informa de que tiene que darme un par de papeles para que le vaya pidiendo sus próximas citas.
¡En fin! (Enciendo el ordenador y escribo un post).