Entre la bruma,
el sol se viste de luna.
El mar gris apenas suena
al convertirse en espuma.
No hay horizonte ni viento.
Mar, tierra, cielo y suelo
se disuelven en un velo
de palidez y misterio.
Oculto bajo la niebla, invisible,
un buque fantasma avanza.
Su silueta borrosa
se confunde entre las sombras.
La madera de su casco,
destrozado en mil batallas,
se ha recubierto de algas,
y del mástil cuelgan lacias
las telas hechas jirones
de sus velas desgarradas.
El capitán, en el puente,
sin marinos ni grumetes,
dejó atrás en el océano
dejó atrás en el océano
hasta a la implacable Muerte.
No obedece a ningún dueño.
No le pertenece al Tiempo.
No le pertenece al Tiempo.
Sin patria, hogar, ni bandera,
su espíritu es sólo un sueño.
Vicente Romero |
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