miércoles, 19 de diciembre de 2012

Integridad

Grandpa's gift- Norman Rockwell
Mis abuelos tenían varios puntos de carácter en común: su inquietud intelectual y su afición al estudio, su amor y su entrega al trabajo, tan distinto en ambos casos, su bondad innata a la que acompañaba un fuerte sentido de la justicia y su tremenda humildad. Empero el rasgo más característico de ambos residía en su integridad. Una integridad tan arraigada que les hacía inmunes a las flaquezas y tentaciones que suelen ser simiente de dudas y de caídas. Sus valores, sus principios eran intachables. Con el paso del tiempo, y según compruebo cómo funciona el mundo en general, cada vez me admira más su probidad.

La mayoría de la gente se mueve en persecución de sus propios intereses. A algunos les importa lo que se pueda cruzar en su camino y eso les hace detenerse a reflexionar y, a partir de ahí, recular o dar un rodeo para evitar o minimizar daños ajenos. No obstante son muchos los que avanzan como una apisonadora sin ver más allá de su objetivo. A algunos de ellos su egoísmo no les permite tomar conciencia del resto. A otros directamente no les afecta. No se arredran ante ningún obstáculo y tampoco sienten escrúpulos a la hora de abusar de su posición o sus contactos. Los hay que recurren a lo que sea preciso para hacerse con lo que no pueden conseguir por méritos propios. Son capaces de llevar a cabo, con toda naturalidad y sin remilgos, las jugadas más rastreras.

Es posible que la integridad no conduzca a nadie lejos en el mundo. No otorga fama, éxito ni riquezas. Sin embargo, cuando se consigue vencer el interés propio y se cede generosamente para conseguir el ajeno se genera una satisfacción interior que compensa con creces la renuncia. Es un sentimiento íntimo, con frecuencia no reconocido por nadie más. Incluso el propio beneficiado puede ignorar el hecho. ¿Qué más da? El ejemplo de mis abuelos ha dejado su huella en mi familia, aunque algunos ya traían este don de serie. En mi caso estoy muy lejos de lograrlo y dudo que llegue a hacerlo, me pierden muchos de mis defectos. Sin embargo, esos momentos puntuales en los que siento que mis abuelos estarían orgullosos de mí son suficiente recompensa. En ese aspecto creo que he escogido una buena profesión, que me ayuda a sacar lo mejor de mí, aunque reconozco que en muchas ocasiones me olvido de aplicar todos mis buenos propósitos.

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