UNA ALQUIMIA PARA RECORDAR
Aram, un prodigioso pianista, vivía junto con su bella esposa, Naira, en el lejano país de Dilijan. Mientras Aram componía su hermosa música, Naira cuidaba del hogar y cultivaba en su jardín flores y plantas exóticas cuyas semillas llegaban de los lugares más recónditos del mundo.
Una tarde de invierno Aram estaba absorto en una de sus obras. Levantó la vista de la partitura y observó a su mujer que le sonreía al ofrecerle una taza de té. Acarició su mano en señal de agradecimiento y, en ese instante, pensó en cuánto la amaba y deseó obsequiarla con el más maravilloso de los regalos.
Al día siguiente Aram se preparó un equipaje liviano y partió en busca de aquel misterioso presente. Recorrió el el mundo entero sin encontrar nada que estuviese a la altura de la delicadeza y sensualidad de Naira. Un día, un anciano le habló de un talismán que contenía un elixir creado para una mujer de belleza sutil e incomparable.
Aram se dirigió al lugar que el sabio le había indicado: un templo en el que incluso los dioses se entregaban al culto a lo divino. El músico quedó fascinado al ver el extraordinario talismán y supo que debía llevárselo a su joven esposa. Se trataba de una piedra preciosa con la tonalidad violácea del arcoiris. El elixir que contenía desprendía un aroma tan luminoso que evocaba las flores de esos parajes árabes que funden en su atmósfera lo real con lo fantástico. Era un talismán único, como la exquisita personalidad de Naira. Sin perder más tiempo regresó a Dilijan donde ella le esperaba con los brazos abiertos. Aquel regalo le hizo sentirse eternamente amada y enamorada.
No obstante Aram anhelaba además componer la obra más extraordinaria jamás interpretada, inspirada en la profunda pasión que sentía por su mujer. Se sentó al piano y se dejó arrastrar por sus sentimientos. Cada vez que de su corazón y de sus manos fluían los acordes de aquella mágica melodía, los ojos verdes de Naira se humedecían con lágrimas de emoción contenida que rodaban por sus mejillas hasta caer sobre el vibrante instrumento. Gota a gota, con el paso de los años, las lágrimas se condensaron en un cristal cuyo interior cobijaba las notas que surgían de las teclas en forma de hilos de oro que, lentamente, rellenaron el delicado recipiente. Una vez lleno, de él emanó el perfume más sublime que, al igual que el amor de los esposos, perduraría por siempre jamás.
3 comentarios:
Bonito relato.
"un templo en el que incluso los dioses se entregaban al culto a lo divino"
Un beso, JMD.
¡Muy bonito! ¡Qué mejor regalo que la búsqueda de algo específico para la persona que quieres! Aunque no lo hubiera encontrado, sólo el gesto en sí mismo es un bonito presente.
Es sorprendente lo que la gente te puede llegar a sorprender.
He leido primero el cuento y ahora el principio y que he quedado alucinada jajajaja.
Felicita a tu amiga del stand de Clarins.
Pal
Publicar un comentario