lunes, 8 de julio de 2013

Cambio de temporada

Las de abajo son ciencia ficción
¡No habrá verano en el sur de Europa! Esta alarmante noticia se difundió por todos los telediarios justo en la época de reserva de vacaciones. No es que me creyese semejante bulo pero aún así he esperado a que el verano se decidiese a entrar con toda su fuerza para coger fuerzas y decidirme, por mi parte, a cambiar el armario.

Otra de mis grandes carencias es el sentido del orden, y cuando digo carencia lo hago en el más amplio sentido de la palabra, eso de las medias tintas no es lo mío. Afortunadamente soy algo previsora y me conozco, sé que hasta no sufrir un par de olas polares no sacaré lo del frío y que hasta que en julio no entre el aire del desierto a la península no haré lo propio con lo del calor. Por ello no tengo un guardarropa exclusivamente de invierno y otro de verano, sino que combino ambos y sólo retiro determinadas prendas "extremas" en cada temporada. Entre unas cosas y otras relleno cuatro cajas, a presión, que coloco en el altillo y que evito que estallen a base de ponerles bolsas encima (que contienen lo que no me ha cabido en las cajas).

Durante el proceso, el estado de la habitación es digno de no verse, ni por accidente. He aprovechado el sábado, que estaba House de guardia, para dedicarme a ello sin herir su sensibilidad, y no es que sea precisamente susceptible. El suelo se inunda con más zapatos de los habituales, normalmente no caben todos en el zapatero, ni siquiera superpuestos, así que su lugar es un rincón (en expansión).  Se deja de ver el parqué, sobre él se mezclan alpargatas, sandalias, salones, bailarinas, botines y botas (unos saldrán de su escondite  para ser redescubiertos y otros tendrán que esperar a exhibirse hasta que repita la maniobra, a la inversa, dentro de unos seis meses, ¡uf! tiemblo de imaginármelo). Lo que no invaden los zapatos, se tapiza con la ropa. El armario agradece el respiro de sacar las prendas de pana y lana pero, por desgracia, el espacio disponible no aumenta por ello así que recurro a la sobresaturación... y a la lavadora, que después de tanto tiempo encerradas seguro que agradecen un agua. Luego la asistenta lo plancha y lo cuelga donde puede, le dejo que organice. ¿Alguien sabe cuánto puede aguantar la barra de colgar? ¿Hasta dónde se puede combar? (esa información me sería realmente útil antes de averiguarlo experimentalmente por mi cuenta).

3 comentarios:

amigademadre dijo...

Cómo te comprendo. Pero a diferencia de tu calendario ropil el mio va gota a gota desde los primeros calores o frios hasta la definitiva sustitución de lanas por algodones. El trabajito me suele poner bastante histérica sobre todo cuando tengo que decidir de que ropa o calzado debo prescindir. Besos y a aguantar la calorina.

Señora dijo...

Lo de los cambios de ropa, asociados a los cambios de estación, es una de las tareas que más me cuesta y que me resultan más frustrantes. Empieza una con la intención de quitar de enmedio tanto trapo ya inservible y llega al final del proceso con el armario hasta los topes de atuendos, que puede que este año necesite y que, otro verano más, seguirán colgados y ocupando sitio, sin más utilidad que ´su uso en algún momento esporádico, si es que hay suerte.

Carmen dijo...

Peor que todo eso es una mudanza por lo que no quiero escuchar lamentos. El ser humano es capaz de guardar hasta los regalitos del Mc Donalds durante años ¡Somos lo peor! Mi marido guarda los tikets del Carrefour durante meses y mi hija Inés tiene la mayor colección de camisetas baratas de toda Europa. En una casa de 87 m2, hemos conseguido juntar más cosas que muchas personas en un castillo ¡Y siguen saliendo! Ahhhhhhg