miércoles, 24 de julio de 2013

El Olimpo hospitalario

Quizás llamar Olimpo al hospital pueda parecer excesivo, pero hay casos en que la cosa no anda tan desencaminada. Un hospital no es un templo monoteísta, los doctores endiosados que lo habitan son, por desgracia, más de uno. No me refiero a los que se hallan en la cúpula de la gerencia, con los que no mantengo un trato que me permita emitir una valoración, sino facultativos que andan supuestamente a pie de cama (aunque allí es donde hay menos probabilidades de encontrárselos). Se erigen en el todopoderoso Zeus, sin olvidarse de sus hermanos, Poseidón (aunque el hospital no sea un océano, en su interior se manejan muchos fluidos) y Hades (cierto que por ese puesto del inframundo hay menos aspirantes, pero eso no quiere decir que no tenga candidaturas). Son sólo una minoría pero, con uno solo que se asome, basta y sobra. Dará más guerra que nadie al tiempo que despertará la indignación del resto de los médicos que pululan habitualmente por el hospital, mortales que no entran dentro de esa excelsa categoría y que constituyen, afortunadamente, la gran mayoría.

En cuanto se reconoce a un Dr. Dios lo mejor es hacerse ateo y evitar su trato. ¿Por qué? Sencillamente porque no son ni omnipotentes ni infalibles, pero sí intransigentes. Ordenan, mandan y disponen según consideran. Organizan el trabajo del resto, aunque tenga poca relación con el suyo. No consideran ningún factor que no se base en su propio criterio. Se crecen tanto que, a pesar de la elevación, pierden la perspectiva. Algunos se ciegan, deslumbrados por su propia luz, y otros se vuelven tan sólo miopes. El caso es que se alejan demasiado, no aprecian los detalles por lo que su juicio se resiente. Por supuesto jamás yerran, son los demás los que se equivocan. Ellos son dioses, perfectos y sin defectos.

PS: Si alguien se da directamente por aludido en esta entrada le aconsejo que, antes de lapidarme, se analice. 

2 comentarios:

Perri M. dijo...

No soy médico, lo más parecido que puedo llegar a ser es: enferma, pero apoyo la frase final de Sol: antes de dilapidar, si te das por aludido, analízate. Seguro que hay mar de fondo en esa indignación.

Al leerlo yo sí he pensado en un médico con el que tengo sentimientos contradictorios de amor-odio. Es un Dios, para sí mismo y para algunos enfermos también (aunque esto no tiene mucho mérito porque en realidad desde el momento en que uno es enfermo, cualquier médico se convierte en un dios para él), yo tuve la osadía de no darme cuenta con quien trataba (soy atea y además no me dejo llevar por el brillo), y Dios llegó a llamarme a mi móvil para decirme que él era EL MEJOR. Luego lo fue, pero también fue muy cruel. Desde luego tú lo has descrito perfectamente en este post.

Carmen dijo...

Es una pena que en todas las profesiones haya tantos Dioses y tantos mediocres y pocos "puntos medios".?No funcionaría mejor el mundo si todos intentáramos hacer nuestro trabajo con profesionalidad, carino y respeto, poniéndonos en el lugar de los demás en la medida de nuestras posibilidades y marchándonos a casa con la sensación de no haber defraudado a las personas que confían en nosotros?