miércoles, 17 de julio de 2013

Visita a Vitoria

Destino: Vitoria.
Fecha: fin de semana de Julio.
Motivo principal: boda de uno de los residentes de House.
Motivo secundario: Huir del calor infernal de Madrid.

La tarde del viernes, y porque era imposible postponerla más, la dedicamos a la ingrata tarea de preparar las maletas con todo lo necesario para ir de boda. Una maleta pequeña para cada uno, la misma con la que el año pasado pasamos 3 semanas en la playa, y en mi caso igual de llena: vestido de boda (que no debe aplastarse porque no va a pasar por la plancha tras el viaje), zapatos, bolsos, chales (la cosa estaba entre dos, pendiente de la decisión del último minuto, al final me puse los dos, aunque no a la vez y tampoco con el mismo vestido (las explicaciones en el post de mañana). Un par de vestidos para los momentos de no boda. Ropa interior para cambiarme, camisón y bolsas de aseo.  Digo bolsas, en plural,  porque la restauración preboda precisa de todos los cosméticos imaginables: limpiadora, crema solar, base, maquillaje, polvos, colorete, sombras (en tonos combinados), lápiz de ojos, correctores, máscaras, pintalabios (siempre varios) y delineador. Para el pelo opto por tentar la suerte. Total, va a quedar como le venga en gana así que puedo ahorrar el espacio de los productos que no van a obrar el milagro, y menos con una boda en ciernes (es la ley de Murphy, que ya me la conozco). Me hago con un arsenal de horquillas por si es preciso recogerlo con arte.

Salimos de casa a las 18:30h para coger el tren en Chamartín a las 18:55. Llegamos a Vitoria a la hora prevista, las 22:30. Taxi hasta el hotel, Silken Ciudad de Vitoria, que aunque sabíamos cercano desconocíamos el camino. Entrada muy bonita, con los pasillos de las plantas abiertos en balcones que daban al hall. Encantadores en recepción. La habitación, de tamaño medio, estaba ocupada por una cama inmensa y muy cómoda. La luz, tanto natural como artificial, dejaba que desear. No iba a ser fácil el maquillaje, tendría que recurrir al instinto y cruzar los dedos. Menos mal que iba preparada con la paleta completa del artista, eso sí, esperaba que el resultado final fuese más impresionista que expresionista. Ya me preocuparía de eso al día siguiente. De momento lo primero era abrir las maletas para colgar la ropa (en otras circunstancias habrían esperado a nuestros estómagos, pero no es recomendable si al día siguiente se va de boda). Tras guardar los trajes en el armario, regresamos a recepción para solicitar las instrucciones necesarias para irnos de pinchos ( en este caso pintxos).

Caminamos 10 minutos bajo los árboles de un parque romántico con vistas a la Catedral Nueva. Nuestros pasos nos llevaron a la Ciudad Vieja. Investigamos los bares de la zona y, entre las sugerencias del hotel, nos decantamos por Sagartoki (C/ Prado, 18). Fue un gran acierto. Allí nos encontramos con el novio, acompañado por el resto de los resis de House. Disfrutamos de una exquisita cena de pinchos, degustamos el pincho ganador del concurso de la ciudad (huevo frito con patatas, con el huevo estaba encerrado dentro de la patata) y de la tortilla de patatas más premiada (con todos los méritos: cremosa, jugosa, sabrosa y deliciosa). Otras tapas: Cru-cu de foie con frambuesa lyo, taco de salmón con huevas de trucha, bacalao 100%, croquetas de jamón con kikos, croquetas de queso azul y nueces, tempura marina y, de postre, pinchos de torrija, esponjosa y caramelizada, con helado de dulce de leche. Nos pusimos las botas.

Ya con la barriga llena, paseamos por la Ciudad Vieja, de ese modo también bajábamos la cena. Las casas antiguas presentan un aspecto diferente por la noche, sobre todo en las calles vacías y en silencio (algo difícil de encontrar un viernes en el centro de Vitoria, aunque algunas había). Se pierde la noción del paso del tiempo. Los palacios duermen ahora igual que hace 500 años, es a la luz del día cuando muestran los cambios. La calma se amolda a las iglesias, las rodea de una atmósfera de reverencia.

Nosotros también nos fuimos a dormir...

(Continuará)

2 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol, buenos días; bonito viaje, da igual motivo o fundamento... No conozco Vitoria, es la única de las tres capitales vascas en la que no he estado todavía y lo cierto es que le tengo muchísimas ganas, las referencias que tengo de ella son inmejorables y tú vienes a ratificármelo con tus apuntes. Ah, y me ha llamado la atención lo de los pintxos, pensaba que ese delicioso invento no bajaba hasta allí. Otro motivo más...

Un abrazo y hasta pronto.

Elvis dijo...

Q bonita ilustración. UN amigo mío, de Bilbao, claro, me dijo que Vitoria no tenía nada. No parece que sea así.... Espero con impaciencia la segunda parte.