miércoles, 16 de octubre de 2013

Dudas y temores

"El Grito" Munch
Con frecuencia se confunde la sombra del alarmismo con la virtud de la previsión. Los que lo hacen se ponen en la peor situación que puedan imaginar, por remota que esta sea. Muchos pacientes o familiares desean saber qué hacer ante una complicación quirúrgica cuando, en ocasiones, ni tan siquiera han pasado aún por el quirófano, ni tampoco se prevé que lo vayan a hacer en un futuro próximo si se cuidan cómo se les indica, ya que sus lesiones sólo precisan vigilancia periódica. Eso sí, aunque son capaces de plantear todo tipo de preguntas, basadas con frecuencia en experiencias de conocidos de sus vecinos, si lo que les dices es que deben dejar de fumar para no llegar a la cirugía, se bloquean, no son capaces de concebir su vida sin tabaco y hasta que no se encuentran al lobo delante no se deshacen de la criminal cajetilla (y muchos no lo hacen ni por esas).

Si un cirujano entra en quirófano con la cabeza puesta en todos los problemas que pueden surgir, lo normal es que casi ni se atreva a dar el primer corte y se pase toda la intervención con el alma en vilo. El miedo bloquea y no ayuda a reaccionar ante los imprevistos, no hay que confundirlo con la prudencia. Hay que identificar las estructuras y asegurar los puntos clave que puedan causar complicaciones serias. Una vez tomadas esas precauciones se tira hacia adelante con decisión, especialmente en los pasos en los que la disección plantea unos riesgos mínimos (siempre con la premisa de que incluso lo más sencillo es susceptible de complicarse). Hay que tener en cuenta que marear la perdiz no sólo prolonga el tiempo quirúrgico sino que este es un factor de morbilidad para el paciente.

Aunque no hay que ser determinista tampoco hay que perder el tiempo, ni el humor, con divagaciones pesimistas que no llevan a ningún lado. Ya lo cantaba Doris Day en El hombre que sabía demasiado de Hitchcock.




2 comentarios:

Rafa-MrMagoo dijo...

Todo esto se lo contaron a Dexter y mira ahora....

Manuel Márquez dijo...

Hola,Sol, buenas noches; buf, tema peliagudo, ese de la fina línea fronteriza entre prudencia y alarmismo. A mí, como profano absouto en materia médica, todo lo que me dice un médico, sea el que sea, me merece un respeto absoluto (supongo que, a veces, quizá excesivo); entiendo que en esa profesión, como en la mía, como en cualquier otra, habrá personas de muy diferentes niveles de valía, pero, a priori, no tengo por qué poner en duda (salvo constatación práctica personal) la cualificación de alguien que ha demostrado, a través de las pruebas y procesos correspondientes, su conocimiento en la materia.

¿El tabaco? Lo dejé hace quince años (era fumador de tres cajetillas diarias de Ducados), y, aunque me acuerdo de él como si lo hubiera dejado hace diez minutos, espero no volver a reincidir; eso sí, yo ya me considero fumador hasta el último de mis días. En fin...

Un abrazo y hasta pronto.

P.S. tengo material pendiente de lectura, ya sabes; a ver si me hago un hueco tranquilito.