La Consejería puede estar satisfecha, los médicos además de atender pacientes también tratamos con clientes. ¿En qué se distinguen? No sé si a nivel administrativo los clientes redundan en algún tipo de beneficio económico, al igual que en los negocios, pero me extrañaría. De hecho muchos de ellos acuden a la Sanidad Pública para no tener que desembolsar el gasto que les supone estudiarse en la Privada. Su excusa: ya pagan la Seguridad Social, e incluso hay quien aduce que es su dinero el que paga el sueldo de los médicos. Semejante afirmación es una muestra supina de ignorancia.
Un paciente acude al médico en busca de opinión, consejo y tratamiento, y el médico estará encantado de sentirse útil de alguna manera, mejor si puede servirle de ayuda y solucionar su problema. Entre ambos se crea un vínculo de confianza. Un cliente es diferente. Un cliente tiene opinión, aconseja al médico y le indica las pruebas precisas y el tratamiento que desea se le recete. La máxima del cliente siempre tiene razón no debería ser aplicable en ese ámbito, y sin embargo se aplica. Cierto que es él el que padece los síntomas, pero hasta ahí llega su papel. No puede ejercer de médico porque no ha estudiado 6 años de Medicina, no es especialista porque no ha competido en un examen para, tras aprobarlo, pasarse 4 años metido en un hospital como MIR. Tampoco tiene la práctica de ver una mañana de consulta citada con huecos duplicados, ni mucho menos se pasa los días y las noches pendiente de un busca mientras trata de acertar con el diagnóstico de cada caso.
En muchas ocasiones hay que tragar quina y hacerlo con la mejor cara de póquer del repertorio de gestos. Con menos frecuencia hay que aguantar con estoicismo el acoso de algunos y responder a las preguntas de los que se creen con derecho a examinarte. Siempre hay que atender a todo el mundo con profesionalidad y corrección, aunque en estos casos conviene marcar los límites, por desagradable que resulte. Nunca hay que perder las buenas maneras, ni siquiera ante los que no muestren las suyas. No hay que guiarse por las emociones a la hora de valorar su patología, y si precisan cita de revisión, hay que ofrecérsela, por mucho que se desee no encontrárselos jamás. Por supuesto, si no quedan satisfechos, lo que es inevitable en algunos casos, se apresurarán a dejar constancia de su desagrado en una demanda en Atención al Paciente. La queja deberá ser contestada por el médico en un plazo breve y la respuesta se acompañará de una disculpa, obsequio del departamento encargado de tramitarla, tanto si la merece como si no.
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