Los vecinos están de obras. Aunque sean los de al lado, el contacto de nuestros pisos se circunscribe a una sección de nuestra cocina. Hasta hace poco creía que esa sección era algo menor de lo que en realidad es. Los hados han corregido mi error y, para ello, han dejado una mancha de humedad en el armario del vecino, mancha que se corresponde (según hemos comprobado en diferentes momentos, gracias a la inestimable ayuda de dos fontaneros y un perito de su seguro y del nuestro) con nuestro fregadero. Por supuesto a ese tema le hemos concedido cierta prioridad lo que ha restringido nuestras salidas. He aprovechado el encierro para escribir (no os preocupéis, lo he dosificado y, salvo hoy, seguiré con el ritmo de una entrada diaria, aunque no os extrañéis de encontrar en diciembre un post sobre el mar).
No sólo hemos mejorado nuestra relación social con los de la Compañía de Seguros (que conocíamos a través de los recibos) sino que hemos tenido que reanudar la que iniciamos con los que nos cambiaron la puerta cuando nos mudamos. Entonces la cerradura no iba bien y nos quedamos fuera de casa, no sé si para rememorar los viejos tiempos en el hogar paterno. El cerrajero que nos visitó (al que no le quedó más opción que inutilizar la cerradura y dejarnos a expensas de la buena voluntad de los visitantes) nos recomendó la marca de puerta que, poco después, nos instalaron con cierta urgencia (ya que carecíamos de una que se cerrase). En los últimos tiempos no somos nosotros sino la llave la que decide el momento idóneo de abrir la puerta: inmediatamente si hay suerte, tras un minuto de hurgar en la cerradura, tras cinco minutos de desesperación o tras diez de encomendarse a los santos para que haya alguien en casa. La asistenta, que tiene menos práctica, es la que peor lo pasa. Cada vez va a peor y finalmente no tuve otro remedio que mantener una agradable conversación con una señorita muy amable de la compañía. Quedamos en que se pasarían para arreglar el problema. Espero que se presenten antes de tener que renovar nuestro trato con el cerrajero. ¡Puestos a socializar!
Los hados también se han metido en el buzón, aunque me hubiese gustado que se hubieran ahorrado la molestia. Me dejaron un sobre de la Editorial Everest en el que me devolvían mi libro de Paloma. Al parecer no importa demasiado que la obra quedase entre las tres candidatas al premio Lazarillo. No ganó y eso es lo que cuenta. He superado el disgusto y he aprovechado para revisarlo. Creo que desde que la escribí mi estilo ha mejorado (en parte gracias a la lata que doy con el blog), aunque es posible que sea una apreciación subjetiva (la autocrítica no es lo mío). En la revisión he descubierto frases que no me convencían y las he corregido. Reconozco que he disfrutado releyendo por enésima vez la historia (es mía, son mis personajes y les quiero).
3 comentarios:
Hola, Sol, buenos días; ¿tienes un libro escrito? Guau... Ya sé que igual es mucho pedir, un abuso de confianza, pero, ¿habría alguna posibilidad de leerlo?
Un abrazo y hasta pronto.
Mi libro está deseando ser leído. Sólo necesito un email al que mandarlo.
Un abrazo: Sol
Creo que el libro, Paloma, que me díó a leer hace tiempo la Señora es al que tú te refieres. Si es así es de justicia que te lo publiquen.
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