lunes, 11 de noviembre de 2013

Ser o no ser

"Se necesita el arte (¡y aún!) todas las esperas de la infancia, y la contribución constante de tantas cosas, para soportarse, solo: una casa que consienta; un jardín inocente y generoso; la curva de los pájaros en el aire; vientos, lluvias, recuerdos, y la calma de un cielo estrellado hasta el infinito: ¡todo esto para que un ser humano pueda avenirse con su corazón!" Rilke

Somos seres contradictorios. Nuestras opiniones, nuestra seguridad y nuestras emociones fluctúan a lo largo del día. Quizás ese "somos" sea generalizar y puede que algunos tengan las cosas tan claras que jamás se ven ante la tesitura de no saber qué pensar o qué decisión tomar. Tras sopesar ventajas e inconvenientes, y escoger, se plantea la eterna duda de si nuestra elección ha sido la mejor. Al menos de algo sí estoy segura, y es de no ser la única que siente con frecuencia que se ha equivocado.

Una de las bases de nuestra inseguridad es darnos cuenta de que los demás nos ven de una manera diferente a cómo nos vemos nosotros. Nuestra propia opinión no es tampoco estable, sino que cambia. Nos desconcierta descubrir reacciones diferentes a las que nos imaginábamos que tendríamos y nos deprime comprobar lo lejos que estamos del ideal que pretendemos ser, y del que creíamos estar cerca. Reincidimos en los mismos errores, esos que nos figurábamos haber aprendido a manejar y en los que nos habíamos prometido no recaer. ¿Por qué no superamos nuestras debilidades a pesar de conocer sus consecuencias? Nos arriesgamos a sufrirlas de nuevo, quizás esperamos un resultado distinto, aunque esa esperanza no se base en ninguna idea lógica sino en una bastante necia. Semejante demostración de estupidez no contribuye a hacer que nos sintamos orgullosos.

Queremos saber cómo somos pero nos resistimos a admitir nuestros defectos. No nos gusta sorprendernos a nosotros mismos, salvo cuando lo hacemos en sentido positivo, lo que no es habitual. Procuramos sentirnos bien en nuestra piel y no resulta nada agradable el trastorno que supone que salgan de repente a relucir secretos de los que nos avergonzamos. Nos estudiamos, de hecho somos nuestra principal fuente de interés. Al analizarnos en profundidad descubrimos que carecemos de un rasgo propio y original. Lo que consideramos idiosincrásico, o al menos característico, resulta que lo compartimos no con uno ni con dos, sino con una amplia muestra de la población. Pese a ello nos sentimos únicos, aunque nos falten razones para demostrarlo. Asumimos que, lo que el resto generaliza sobre nosotros es, sencillamente, porque no nos ven en realidad pero... ¿quién se ve de verdad?

5 comentarios:

mariajosezapatero dijo...

Interesante reflexion para esta hora de la mañana y mas si esta apoyada en la Señora y en Rilke.
Poco se de mi, mas creo saber de lo que los demas saben de mi. Solo tengo la certeza de que la soledad me ayudara a entenderme.

Anónimo dijo...

Vaya prima... exquisito y acertado ya que me siento muy identificada pero como siemore hubiera sido incapaz de expresarlo.

Señora dijo...

Voy a tener que regalarte el libro de Rilke porque, aparte de ser muy ameno, aborda algunas de las inquietudes del ser humano de un modo cercano y profundo. En relación con tu análisis y tu pregunta final hay un pasaje referido a una conversación con Paul Valéry que paso a transcribirte: ".... ¡cuántos aspectos diferentes y casi inconciliables entre sí observé! Esto es lo que me ocupa y me sorprende más en estos últimos años: estos cambios de expresiones en el mismo ser que lo transforman de un momento a otro, ya sea que parezcan arrancarlo de sí mismo o, por decirlo así, devolverlo a su estado establecido....; [....]Cada uno de nosotros se presenta como un ser colectivo cuyos innumerables elementos se reagrupan constantemente, se renuevan o mueren, se ayudan entre sí y se contradicen alternativamente"

amigademadre dijo...

Pido a la Señora, si tiene a bien, que de la rferencia del libro de Rilke que tanto da de sí.

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol, buenos días; qué miedito da todo lo que, tan certeramente, expresas. La única supervivencia, creo, pasa por la autoindulgencia con todo aquello que, en último extremo, no causa daño a nadie, más que a las exigencias morales de uno mismo. Es lo único con lo que he sido capaz de ir tirando; de lo contrario, mal asunto...

Un fuerte abrazo y hasta pronto.