martes, 21 de agosto de 2012

Afectividad natural

Donald Zolan
Al nacer, hoy hace 4 años, Dupita era un bebé blanco y tierno, de suaves mofletes hendidos con graciosos hoyuelos. Un bebé comestible, tan apetecible como un dulce panecillo. Sin embargo, las apariencias engañan y la criatura nunca se ha mostrado dispuesta a dejarse achuchar por cualquiera fácilmente. La pequeña siempre ha sido muy selectiva en lo que respecta tanto a recibir como, especialmente, a regalar carantoñas. Tras evaluar detenidamente al pretendiente a su cariño, y contemplarle fijamente con sus ojos redondos rodeados de negras y espesas pestañas, como los de un personaje de Disney, la niña decide si el candidato en cuestión es merecedor, o no, de sus atenciones. El dictamen es negativo con cierta frecuencia y sólo la insistencia de sus padres consigue vencer, y no siempre, sus reticencias. Son ellos, junto con su super-abuela Li, las únicas personas que pueden contar con espontáneas muestras de afecto por parte de la desdeñosa princesa. El resto, tras echar una instancia, debemos hacer méritos para ganárnoslas. En ese sentido es digna bisnieta de la Baronesa, de la que también ha heredado su maravillosa piel, al igual que su antepasada sabe cómo hacer valer sus besos y no los concede así como así.

Es lista y pícara como ella sola. Le toma el pelo al buenazo de su hermano, que aún es demasiado joven para saber que no se debe confiar en las mujeres, aunque con semejante maestra no dudo que aprenda rápidamente. No se me olvida una anécdota en una de las barbacoas de mi hermano: la pobre chiquilla estaba enferma, con unas décimas de fiebre, apagada y, por supuesto, desganada. En Medicina nunca se tienen todas las respuestas y ese día descubrí las propiedades curativas de un buen jamón ibérico, por encima de las del Dalsy. Fue oler aquel plato y a la chiquilla se le abrió milagrosamente el apetito. Pian pianito devoró, disimuladamente y una por una, todas aquellas lonchas. Mientras tanto, el resto estábamos pendientes de las parrillas, la conversación, los saludos a los nuevos invitados. Entre los besos de recibimiento a unos y otros, picábamos algo del resto de los aperitivos. Aprovechando la distracción, la enferma se puso tibia, terminó el plato entero ella sola. Le desapareció tanto la fiebre como el cansancio, le volvió el color a las mejillas y recobró su acostumbrada energía (evidentemente su picardía no la había perdido). Con aquel atracón no sólo demostró haber recuperado su apetito acostumbrado sino que también se le despertó todo el que le había faltado previamente porque, además, pidió repetir.

Espero que hoy, la Bella princesita no haga mucho el papel de Bestia huraña, que hay que reconocer que cada vez sale menos a relucir, y disfrute de su día con los abrazos de todos, un beso de Posti, una deliciosa tarta y, por supuesto, un estupendo jamón.

¡MUCHAS FELICIDADES CHIQUITINA!

1 comentario:

Oscar dijo...

La verdad es que Dupita sigue siendo bastante reservada en el reparto de besos y eso se acusa más cuando va acompañada de su hermano. Pero va mejorando.
Yo tengo la suerte de ser su padre y además de recibir algún beso, he podido constatar en este tiempo que es muy meticulosa, perfeccionista, responsable y coqueta.
Espero que en el futuro su exigencia y selectividad a la hora de repartir besos la aplique para distinguir y elegir lo que más le convenga.
Felicidades Dupita. Besos.