viernes, 26 de octubre de 2012

La tita Pepi

Durante muchos años la tita Pepi vivió con mi tío y mis seis primas en la otra mitad de la granja. Dado el papel de la granja como lugar de reunión de toda la familia, lo que en vacaciones sucedía a diario, cuando nos juntábamos toda la caterva de primos no sólo invadíamos la sección de mis abuelos, sino también la suya. Nos presentábamos a su puerta casi continuamente a la busca y captura de alguna de las primas. Una vez que las chiquillas salían a jugar con el resto, tampoco terminaban las visitas, porque cada vez que necesitaban coger algo de su casa, ya fuese un juguete, un libro o una rebanada de pan con nocilla, solían hacerlo acompañadas de algún voluntario. En los juegos de escondite, si se descuidaba y dejaba la puerta abierta y accesible, aparecían niños como ratones en cualquier rincón de la casa. Es cierto que nuestras correrías se desarrollaban preferentemente en la parte de los abuelos y procurábamos no invadir demasiado su territorio, pero esto no siempre era posible.

Con semejante trajín la tita no paraba quieta más que para dormir. La casa era grande y seis hijas daban trabajo, aunque le echasen una mano en los quehaceres domésticos. Además, mis primas tenían facilidad para meterse en "fregaós", de la variedad de los no domésticos, y solían acabar castigadas incluso antes del desayuno. Eso sí, aunque su madre las regañase, no permitía que nadie más se metiese con su familia. Les inculcó a sus hijas que debían mantenerse siempre unidas, nunca criticarse entre ellas y defender a sus hermanas si alguien lo hacía.

Por las mañanas, mientras yo leía en el porche, antes de que su hija mayor se sentase a practicar sus lecciones de piano, ella limpiaba el salón y recuerdo que, al igual que Blancanieves, canturreaba mientras quitaba el polvo de los muebles y barría el suelo. Me gustaba mucho oírla cantar, entonaba muy bien y tenía una voz dulce y melódica. Una vez terminaba de adecentar la casa se dedicaba a preparar la comida. Siempre ha guisado estupendamente. Sus berenjenas encurtidas eran deliciosas y, en Semana Santa, preparaba varias fuentes de torrijas para atender las demandas de todos los primos, golosos y hambrientos, que en esa época acudíamos con mayor asiduidad a su puerta. Recuerdo que las rápidas visitas a su cocina me provocaban la impresión de ser poco más que una ladronzuela, lo que no estaba exento de cierta emoción, de esa que produce el ansia por lo semi-prohibido especialmente cuando sale bien. Me colaba allí como un perrillo, generalmente aprovechando la puerta del patio, y solía ser la primera, junto con alguna de sus hijas, en probar todas aquellas delicias. No me importaba achicharrarme con el pan  recién sacado de la sartén, caliente y cremoso, espolvoreado con el azúcar aún crujiente y la aromática canela. Si estaba demasiado caliente no importaba, sino que eso me ofrecía una excusa perfecta para tomarme otra torrija una vez se habían templado. Algunas raras mañanas la tita podía permitirse el entretenerse, hacer todo más tranquilamente y en algunas de esas ocasiones me instalaba con ella mientras preparaba sus guisos. Siempre me ha gustado el ambiente de las cocinas, me resulta muy acogedor. Supongo que tiene relación con que esa estancia siempre ha sido un punto de reunión y conversación, tanto en mi propia casa, en la de cualquiera de mis tíos y, por supuesto, en la granja.

Jean-Baptiste Camille Corot 
"Lectora Coronada con Flores (La Musa de Virgilio)" 
Por las tardes la tita tampoco paraba. Veía la televisión con las agujas de punto en las manos. Atendía al programa de turno mientras tejía, a toda velocidad, preciosos jerseys y chaquetas para sus seis niñas. Luego éstas los usaban para trepar por árboles y tejados, así que aquellas prendas nunca disfrutaban de una vida demasiado larga. Cuando tenía un rato para ella, leía. Su biblioteca era una de las que solía asaltar en mis visitas a Linares.

Tiene carácter y nervio, por lo que puede parecer brusca en ocasiones pero en realidad es una persona muy cariñosa, aunque poco demostrativa. Menos expansiva que la mayoría de la familia, siempre te recibe con los brazos abiertos en su pequeño, aunque en realidad no tan pequeño, círculo. Le gusta disfrutar de su intimidad. Mi tío la adora desde que eran novios y, por supuesto, sus hijas y sus nietos, también lo hacen. Saben que siempre pueden contar con ella. Esther la quería con locura, al igual que ella a la chiquilla.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS TITA!

1 comentario:

Manolo Torres dijo...

Sabes contar las cosas más sencillas que nos pasan con una naturalidad y una fluidez, que resulta muy jugosa su lectura. Una entrada que me ha gustado mucho. Saludos, manolo.