Cuando era pequeña, durante la época de Valladolid, empecé a escribir mi primer diario. Me habían regalado uno precioso por mi cumpleaños, encuadernado en tela y con un dibujo de Holly Hobby en la portada. No tardé en ponerme a emborronar sus cuartillas con toda mi ilusión. Los adultos ven a un niño que mantiene un diario de manera regular como algo positivo, sin embargo el resto de los críos valoran esa actividad de manera muy diferente y etiquetan al autor de bicho raro (claro que en mi caso ya llevaba tiempo incluida en esa categoría). Si además se tienen hermanos sin apego a la privacidad y con afición a sacar a relucir los comentarios más embarazosos en las peores situaciones, esas reflexiones inmortalizadas se convierten en un arma ideal. En una habitación compartida con hermanísima, el disponer de un escondite secreto en el que guardar mi bonito cuaderno era una quimera. Durante una temporada probé incluso a escribir en clave. El código no era ni demasiado complicado de transcribir, ni demasiado fácil de interpretar: consistía en poner sólo la inicial de cada palabra. Lógicamente, el problema surgió a la hora de la traducción. De un día para otro aún era capaz de descifrar el significado de cada letra. Por desgracia, al cabo de un mes la traducción de mis textos era cuestión de echarle imaginación, mucha, ¡y ni por esas!
Tras el traslado a Madrid el diario se transformó en cartas a mi abandonada amiga del alma. Siempre llevaba encima una cuartilla para apuntar sobre la marcha hasta el más nimio acontecimiento. A veces escribía durante los recreos, o en clase, cuando terminaba el ejercicio antes de tiempo y tenía que esperar a que lo hiciesen el resto de mis compañeras. Si mi amiga también había acabado, en vez de escribir, charlábamos, lo que no solía resultar del agrado de la profesora.
A los 13 años, en el viaje a Texas, me llevé un diminuto cuaderno, no más grande que mi mano, azul y con borde de alambre en espiral, en el que resumir lo que hacía a diario (aún lo conservo y su tamaño evitó que fuese presa fácil de indiscretos fisgones). Escribía poco, porque no disponía de mucho espacio, pero con total tranquilidad. No me hacían falta claves ni circunloquios. Descubrí que allí nadie asumía que las posesiones fuesen de propiedad compartida. Las dos nietas de la familia con la que estaba eran hijas únicas, de padres separados, y su concepto sobre lo íntimo, privado y personal era diametralmente opuesto al derivado de la convivencia con mis hermanos.
A la vuelta, para mejorar mi inglés, me hice con un "penfriend". Curiosamente éste no era ningún americano sino un amigo de hermanísima, no demasiado secretamente enamorado de ella, que conseguía más noticias a través de mí que de ella. Aquella relación continuó durante todo el instituto y reconozco que mi redacción inglesa era mejor entonces que ahora, me costaba mucho menos trabajo pensar en ese idioma (aunque seguramente cometiese más errores y contase con menos vocabulario)
En la facultad los estudios y mi exnovio me mantuvieron bastante ocupada, aunque como nuestros exámenes no coincidían en el tiempo cuando él debía estudiar en serio, yo no aprovechaba para repasar y ponerme al día, sino para leer. Rompimos y regresé a las cartas: cartas a un amigo conocido durante un viaje a Suiza, que en sus respuestas incluía interesantes citas literarias. Para equilibrar nuestro intercambio, además de esmerarme en mi estilo también intercalaba frases del libro de turno entre las mías. Después, más cartas en abundancia, y en inglés, para un amigo de Berkeley, más románticas y nostálgicas porque le echaba de menos. El abismo entre la ilusión platónica del recuerdo y el choque con la realidad puso fin a aquello en nuestro siguiente reencuentro. Las cartas continuaron en otro tono y se perdieron en la distancia. Durante la residencia coger un libro que no fuese de la especialidad me despertaba un enorme sentimiento de culpabilidad (lo que no implicaba que no sucumbiese a la tentación). Siempre he leído rápido pero, por aquel entonces, volaba sobre las páginas para llegar al final lo antes posible y compensar, de algún modo, mi pecado.
Tras terminar la residencia recuperé el tiempo perdido y me sumergí literalmente en los libros. Poco a poco, en mi creciente nueva correspondencia cambié el papel por las teclas. Mensajes cada vez más largos, también algunas historias y, despacio, casi sin darme cuenta, llegó el blog.
Recuerdos, muchos recuerdos, hasta convertirlo casi en unas memorias familiares. Buenos y malos pensamientos con algunos arranques de genio. Compras, cine, restaurantes, paseos, visitas a museos, anécdotas con recetas y sueños.
¿Es un blog un diario? Personalmente lo veo más como una larga, larguísima carta que ya va por el capítulo 500.
5 comentarios:
Feliz "cumpleblog" y enhorabuena. Es un placer leerte, casi cada mañana, reconozco que hay días que te soy infiel, pero luego tengo la recompensa de leer, lo de ayer o lo de antes de ayer. Un abrazo
Si te acuerdas, el abuelo en los cumpleaños decía "que cumplas otro". Yo te repito la frase con el deseo de que cumplas otro ( y por supuesto mucho más) y que tu blog siga siendo vínculo de contacto familiar y amistoso. Felicidades
Querida Grumpy:
Muchas felicidades y que cumplas muchos más.
Hoy te has perdido la actuación estelar de hermanísima en el aeropuerto, esperando a supersobrino.
El retraso del vuelo le ha permitido llegar antes que el avión, milagro quizás debido a connivencia con la línea aérea. Una vez llegada y tras saludar a los presentes como si no nos hubiese visto en varios años y en medio de las protestas de sus hijas, que querían seguir en el grupo familiar, decidió irse al otro extremo, "porque van a salir por ahí". La espera se prolongaba y, naturalmente, eso de estar sola en una esquina con las niñas no se ha hecho para hermanísima, que decidió recuperar la posición, solo que al otro lado de la barrera que contiene a las hordas expectantes.
El tito Paco, como era de suponer, tardó una décima de segundo en reordenar las filas, observando, con notable falta de consideración,en voz alta, que si todo el mundo hacía como ellas, aquello iba a ser un desastre (pensó otra palabra, pero no la dijo).
Las chiquillas, obedientes a la voz de mando, pasaron al lado correcto de la barrera, mientras que hermanísima decidió colocarse en el extremo desde el que se obstruye la salida de la mitad de los pasajeros. En posición felina, pronta a abalanzarse sobre el objeto de sus deseos, esperó en tensión mucho más tiempo del habitual, con gran sopresa de todos. En su rostro se dibujaba esa conocida sonrisa que nos hace poner cara de que no la conocemos (por usar la figura etimológica).
No bien hubo traspasado el carrito que llevaba a supersobrino el umbral de la salida de pasajeros cuado, con un salto felino, hermanísima cubrió todo el cochecito, al niño, a la mamá y, si no fuera tan grande, al papá. Todo ello en una fracción de segundo.
La parte buena es que, cuando los demás, a paso algo más rápido de lo habitual, llegamos a ver si quedaba algo de las criaturas, el ansia inicial saciada, el tito Paco firmemente dispuesto a hacer valer sus derechos y los demás a no perder gotica, se estableció un ordenado desorden, en el que la criatura, que premió a su abuelo con una sonrisa que parecía querer decir: "alguien normal" (angelico), no incurrió en el trágico error de ponerse a berrear, sino que, sabiendo en qué familia había caído, se dejó tocar, besar, achuchar y amasar por el amoroso grupo.
Hermanísima, ya recuperada, volvió al ataque y fue ella la encargada de poner a supersobrino el traje de Alaska que se recomendaba para resistir los 12 grados de Madrid y, por supuesto, quitárselo para ponerlo en el carseat, minutos después. De modo totalmente misterioso, consiguió en el interim llegar a los cajeros y resolver la parte administrativa antes que cualquier otro visitante. Hubo quien ni se dio cuenta de que había abandonado el grupo.
Tengo varias propuestas para el libro Guinness de los récords; pero las dejaremos para precisarlas mañana en la comida.
La verdad es que no sé qué sería de este blog sin hermanísima. ¡Menos mal que la pobre tiene mucho sentido del humor y disfuta hasta de las maldades que contáis de ella!
Enhorabuena por hacerlo también.
Publicar un comentario