lunes, 31 de diciembre de 2012

Recuerdos

Vladimir Volegov
The past beats inside me like a second heart. 
John Banville

Hay momentos en los que te asaltan los recuerdos. Son instantes dulces, en los que se regresa a un lugar lejano en el tiempo o en el espacio, o se revive algún episodio del que forma parte algún ser querido. Son vívidos bucles del pasado, recreado hasta en sus más mínimos detalles y sensaciones. Ilustran la frase de que nadie muere en realidad mientras aún viva en la memoria de otro. Sorprenden por su carácter fortuito y su intensidad. Se acompañan de la ilusión de refrescar aquella vivencia, de recuperar el contacto perdido. Son siempre demasiado breves y dejan tras de sí un poso agridulce de nostalgia.

Al escribir se traen al presente multitud de esos maravillosos recuerdos y, en ocasiones, estos dan la entrada a una riada de memorias que arrastran otras que, de otro modo, podrían haber permanecido ocultas en  algún rincón de la mente, sin ver nunca la luz. Resulta reconfortante y sería fácil caer en la tentación de refugiarse en el hermoso pasado. En realidad sucede lo contrario. El presente se mira con otros ojos, se presta atención a los pequeños detalles, se guardan, y hasta se apuntan mentalmente. Se intenta captar la esencia de cada cosa, lo verdaderamente importante. Luego todo se estudia, se procesa y se analiza dentro de cada persona y cada contexto. El tiempo es efímero pero la memoria no. Atesorar los instantes más conmovedores produce una extraña y alegre felicidad.

Al sorprender una memoria entrañable, nace también el deseo de afianzarla y no soltarla. Por desgracia cualquier distracción puede provocar que ese momento se esfume e, igual que ha venido, se pierda de nuevo entre los remolinos del pensamiento. Sin embargo, esa frágil imagen que parecía olvidada y que ha surgido del fondo de la mente de manera repentina e inconsciente, se queda ahí, latente y casi tangible, para reaflorar en el futuro de forma inesperada. En esta segunda aparición se la reconoce de inmediato, cuando es aún apenas una idea nebulosa. Consciente de su valor se aferra con uñas y dientes para grabarla en tinta, compartirla y guardarla de ese modo entre los recuerdos no sólo propios sino también de otros. Esas historias memorables, a veces poco más que un esbozo, se completarán con la visión de esos otros y pasarán a formar parte indivisible de la intimidad de la familia.