jueves, 15 de agosto de 2013

Pastel imperial de chocolate

"Sisi", por Francisco Javier Winterhalter
Durante mi infancia, Sissi encarnó el sueño de los cuentos hechos realidad. ¡Qué equivocada estaba! El mito cayó con los años al conocer su verdadera historia. Lejos de ser una feliz princesa de cuento, era una persona inestable y bastante desgraciada, aplastada por una vida de la que se sentía prisionera, en un marco político con el que no estaba de acuerdo y en cuyos compromisos no tenía ni voz ni voto.

La mentira de aquella romántica historia empieza desde el momento en el que se afirma que el emperador y ella se enamoraron profundamente. Si bien es cierto que su primo, Francisco José, la escogió por delante de su hermana Helena, ella no pudo negarse a aquella decisión y se casó, deshecha en lágrimas, no precisamente de felicidad, a los 16 años. La relación de su marido con su estricta suegra y la estrecha vigilancia a la que se la sometía en palacio hicieron que cayera enferma, aunque sus síntomas mejoraban, milagrosamente, en cuanto se alejaba de allí. Por ello se dedicó a viajar todo lo posible. Trató de convertir la política conservadora del Emperador en una más liberal, con poco éxito. Uno de sus pocos logros lo realizó al ser coronada Reina de Hungría, momento en que les otorgó a los húngaros una cierta autonomía. Tampoco alcanzó la felicidad con sus hijos: la mayor murió en la infancia, Rodolfo, el heredero, se suicidó en Mayerling a consecuencia de las secuelas psicológicas provocadas por los abusos de su preceptor, de los que su madre se enteró cuando ya era tarde, y que le desequilibraron y le condujeron al abuso de morfina. Fue a su última hija, Maria Valeria, a la que estuvo más apegada ya que al nacer en Hungría, fuera de la corte austriaca, se ocupó personalmente de su educación.

Los matrimonios consanguíneos propiciaron la locura en la familia (con el ejemplo de Luis II, el rey loco de Baviera). La emperatriz se preocupaba especialmente por este tipo de enfermos, a los que visitaba en manicomios, y le inquietaba su propia salud mental. Tenía motivos para ello: su grave anorexia que arrastró toda su vida (174 cm altura, menos de 50 kg de peso y una cintura de 40 cm, que mantenía con una estricta dieta, en ocasiones limitada a líquidos), su negación a dejarse fotografiar tras los 35 años (se cubría con velos) y los síntomas de agotamiento que presentaba en la corte, no eran más que manifestaciones de una depresión, posiblemente causada por las restricciones de aquel ambiente.

No creo que Sissi con su anorexia probase nunca este hipercalórico pastel. Su peculiar cocción mantiene el centro cremoso y el exterior crujiente. No lleva harina y eso le evita el sabor a masa semicruda del que adolecen la mayoría de los coulant (y que es el motivo de que no terminen de convencerme, aunque conozco a muchos a los que les encanta de cualquier modo).

PASTEL IMPERIAL DE CHOCOLATE

Ingredientes
200 gr mantequilla
500 gr chocolate
450 gr claras
100 gr azúcar
200 gr yemas

Elaboración
Trabajar el chocolate con la mantequilla al baño María.
Montar las claras con el azúcar
Batir las yemas.
Mezclar con la espátula todos los ingredientes.
Verter en moldes individuales y, una vez fría la crema, congelar.
Hornear en horno precalentado, 8 minutos a 200º.
Enfriar y volver a congelar.

Presentación
Colocar el pastel en el centro de un plato y hornear a 180º durante 3 minutos.
Acompañar de helado y teja.

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