lunes, 23 de septiembre de 2013

El Retiro

"Retiro" Juan Mirasierra
Sólo con cruzar la verja me alejo de la ciudad. Los coches quedan atrás, no entran en el paseo que lleva su nombre. Su lugar lo ocupan patinadores, ciclistas, corredores, caminantes y apresurados transeúntes que atajan a través del parque.

Me adentro en sus caminos de tierra. Mis pasos crujen sobre la arena, remueven las hojas secas y vuelven tímidos a los pájaros. Según me acerco al estanque, oigo sobre el agua el chapoteo de barcas y remos. Mezclados con su sonido se distinguen risas, voces, cortejos y besos.

Cambio de ruta. No quiero ser indiscreta. Me detengo ante una fuente de la que cae un ángel. Más allá suenan ladridos, gritos de chiquillos y carraspeos de abuelos. El aire vibra, agitado por el aleteo de los patos. Son insaciables, siempre tienen hambre de migas de pan.

En la orilla de un lago se alza un palacio de cristal y hierro, un antiguo invernadero. En ocasiones, dentro de los cristales, se detiene incluso el tiempo. ¿Quién se resiste a contemplar cómo las copas de los árboles, alrededor de la cúpula, dejan entrever el cielo? Conforman una encrucijada de vida y sueños, de colores que la luz troca en sombras llenas de misterio. En ese trance se liberan los recuerdos y en el eco flotan las voces de viejos fantasmas y nuevos cuentos.

2 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol Elarien, buenos días; muy hermosa tu evocación del Retiro, un parque que hace muchos, muchos años que no piso. La primera vez que fui a Madrid siendo ya mayor de edad (eso sí, con 18 recién cumplidos) fue lo primero que visité, de manera que guardo de él un recuerdo muy especial. Será cuestión de volver algún día, claro...

Un abrazo y buena semana.

Señora dijo...

Coincido en muchas cosas con esta descripción de tu paseo por el Retiro.En mi caso suelo terminar casi siempre en el Palacio de Cristal, especialmente si es por la tarde. La luz del atardecer hace de esa zona algo único. Tú la describes muy bien.