Hay que perder el miedo a equivocarse. El miedo es lo que paraliza, lo que evita que se corran riesgos. No se yerra sin intentarlo. Aquel que no se equivoca nunca no es porque sea más listo o más hábil que los demás, sino porque no se arriesga lo suficiente. No obstante muchos errores han resultado ser grandes aciertos, por eso no hay que pretender esconderlos sino analizarlos. No sólo se aprende de ellos, sino que gracias a ellos surgen el progreso y la evolución.
Os dejo la traducción de las citas de Daniel Dennet.
"Los errores no son meras oportunidades para aprender; son, en un sentido primordial, la única oportunidad de aprender o de hacer algo completamente nuevo.
El principal truco para cometer buenos errores es no ocultarlos- especialmente de uno mismo. En lugar de refugiarse en la negación, hay que convertirse en un conocedor de los propios errores, darles vueltas en la mente como si se tratasen de obras de arte, cosa que son, en cierto modo. El truco es aprovechar los detalles específicos del desaguisado en cuestión para tenerlos en cuenta en el siguiente intento y evitar dar palos a ciegas en la oscuridad.
¿Quién no ha oído decir?: "¡Pues parecía una buena idea en su momento!" Esta frase se ha convertido en el paradigma de excusa de un idiota arrepentido, un signo de estupidez, cuando en realidad debería considerarse como un pilar de la sabiduría. Cualquiera que pueda declarar de verdad: "¡Pues me pareció una buena idea en su momento!" está en el umbral de la lucidez.
Cuando se comete un error, hay que respirar profundamente, apretar los dientes, para pasar a examinar cada recuerdo de la equivocación, sin piedad y tan desapasionadamente como sea posible. No es fácil. La reacción natural del ser humano tras el error es la vergüenza y la ira ( nunca nos enfadamos tanto con otros como con nosotros mismos), y es preciso esforzarse para superar esas emociones. Hay que tratar de adquirir la extraña práctica de saborear los errores, deleitarse en descubrir las particularidades que los indujeron. Sólo una vez extraída toda la ganancia posible de ellos, se pueden dejar atrás alegremente y avanzar hacia la siguiente gran oportunidad. Pero eso no basta: hay que buscar activamente la oportunidad de cometer grandes errores, simplemente para luego recuperarse de ellos.
En realidad, a la gente le encanta cuando otro admite haberse equivocado. A todo el mundo le gusta señalar un error. Las personas de espíritu generoso aprecian la oportunidad que se les ofrece de ayudar, y el reconocimiento del éxito de su intervención. Los más mezquinos disfrutan al quedar por encima. ¡Déjalos! De cualquier manera todos ganamos.
Por supuesto, en general, las personas no gozan al corregir las estupideces del resto. Tiene que haber algo que merezca la pena corregir, algo original sobre lo que acertar o equivocarse. . . ."
1 comentario:
Hola, Sol Elarien, buenos días; ay, el error, gran tema. Y complicado.
Es fácil hablar de errores desde el análisis de las cosas a posteriori, pero tendemos a olvidar cuánto pesan e influyen circunstancias azarosas en el desarrollo de los acontecimientos,y cómo esos azares condicionan su resultado final. ¿Nos equivocamos? Muchas veces, no; tomamos decisiones, y sus resultados terminan siendo negativos por una concatenación de factores que no está en nuestra mano controlar. Esto vale también para los aciertos, claro.
Y en cuanto a su reconocimiento, más madera todavía. Todos reconocemos que, como humanos, nos equivocamos, pero si tenemos que señalar un error concreto, específico, ya nos cuesta bastante más hacerlo. Y el fenómeno tiene su lógica: el reconocimiento del error lleva nuestra cotización a la baja, en base a una curiosa hipocresía social, en virtud de la cual se exige moralmente que se reconozcan los errores, pero, cuando alguien lo hace, se le 'castiga' rebajando la estima acerca de él. Nunca he terminado de entenderlo.
Y ya lo dejo, que para llevar tantos días sin pasar por tu casa, creo que hoy se me ha ido la mano...
Un abrazo y hasta pronto.
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