Soy un icono, un zapato de cristal. Mi creador no se limitó a diseñarme, sino que forjó toda una leyenda a mi alrededor. Una leyenda necesaria para despertar el deseo de lucirme y que me convirtió en objeto de culto.
Mi forma de escarpín es engañosa, mi función no es caminar. Tampoco soy un zapato de baile, aunque me concibieron para asistir a uno. Mi belleza deslumbra, conquista. Mi historia me convierte en irresistible. Soy el símbolo de una transformación. No importa mi rigidez, ni el dolor del roce de la piel contra el cristal del que estoy hecho. Al contemplarme a sus pies la vida de la mujer que calzo cambia, se convierte en una princesa. Gracias a mí obtiene la promesa de un romance y la de ser hallada, al fin, por su príncipe azul.
Es una gran responsabilidad. Al principio traté de huir de ella. Lo logré, me liberé y, con las prisas, me vi abandonado en medio el camino. Mi independencia fue breve. Nos perseguían y mi fuga selló mi destino. Unos pasos se acercaron y una mano me recogió. Allí empezó mi periplo y con él el mito. En un gesto cortés, se publicaron edictos para encontrar a mi dueña, o en su defecto una sustituta de ella. Yo era la única referencia. Es entonces cuando pasé a ser víctima de mi propio encanto. Día y noche, todas las doncellas del reino acudieron a mí con la esperanza de demostrar que les pertenecía, aunque jamás hubiese sido suyo. ¿Quién habría sospechado tal falta de honestidad? Bastaba con encajarme en su pie para pasar a ser de su propiedad y junto a mí se incluía la promesa de un romance real. Un pie era largo, el otro ancho, el que no tenía juanetes, me hincaba sus callos. Esos no eran lo peor, sino los que no conocían el jabón, por no mentar la pedicura. En algunos dudé si aquello era un pie, o una garra de águila. Lo que sí sé es que no repetiría la experiencia.
Soy incómodo, soy pequeño y muy estrecho. A pesar de ser duro, soy frágil. Mi cristal es indomable y, cuando me rompo, mis esquirlas se clavan y abren heridas que causan dolor. No importan las dificultades que planteo, soy un objeto de deseo. Soy un sueño y soy hermoso y aunque se me dé alcance, no siempre me ajusto a cada aspirante. Si encajo soy delicado, pero no hay que confiarse. Conmigo hay que andar con cuidado, sin precipitarse y sin distraerse para evitar perderme.
5 comentarios:
¡Menudo zapatito sabio! ¡Tan frágil e inocente que parecía.......! Seguro que a la joven del cumple le encanta el descubrimiento.
Me encanta sol!! Te ha quedado fenomenal!
Por cierto, creo que no puse ningun comentario, pero me guarde tu ultima receta y estoy deseando preparar ese super postre!!
Me ha parecido precioso. Muchísimas gracias, Sol. A ver si nos vemos pronto. Un abrazo, Sofía
Nunca imaginé un zapato con tanta vida....muy bonito primi. Pal
Nunca imagine que el final del cuento de La Cenicienta pudiese ser tan hermoso... Yo quiero un zapato de cristal. Como mi pie es imposible lo tendría colgado del techo, junto a la ventana...
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