Otra vez es de noche y sé que el monstruo regresará. El resto dormirá pero yo no podré hacerlo. Esperaré su llegada en ese estado de duermevela en el que apenas descanso. En medio del silencio, oiré sus pasos. Se detendrán ante el umbral. Sentiré el movimiento de la puerta que se abre. Le seguirá el roce de su mano al empujarme. ¿Qué es ese ruido? La madera cruje, las bisagras rechinan. Su chirrido es sobrecogedor. ¡Shhh! ¡Qué se va a despertar! Me quedaré quieto, en mi sitio, contra la pared. Seré otro bulto oscuro más. La luz del pasillo me delata, recorta el relieve de mi sombra. ¡No, no mires! ¡No levantes la cabeza! En el cristal negro del espejo se distingue mi forma. Esta vez me ha descubierto. ¿Qué ocurre? ¿Por qué retira la vista? Creo que la he asustado. Se marcha. Regresa a la cama. Volverá a buscarme por la mañana pero, entonces, ninguno de los dos sentirá miedo del otro. Con el primer rayo de sol, sólo seré un albornoz.
1 comentario:
Es increíble como la más pequeña de las anécdotas se puede convertir en un relato de miedo si se usan las palabras adecuadas, y tú, desde luego, lo consigues.
Sencilla y genial.
Un beso Grumpy
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