Anto miró con tristeza la pequeña loma que se interponía en el camino. No era más alta que un edificio y su base era demasiado estrecha para horadar un túnel a través de ella. Tenía orden de volarla al día siguiente para proseguir las obras. Había acudido a estudiar el terreno, a disponer la colocación de las cargas. No era una tarea complicada. No obstante, al observar la perfecta simetría de aquel relieve, se rebeló ante ella. Era un lugar no sólo hermoso sino sereno. No se sentía con ánimo de ser el responsable de arrasarlo.
Subió para valorar el entorno. Debía de existir alguna alternativa. El panorama que se abría a su alrededor no tenía fin: el mar, el cielo, los bosques, el macizo de la sierra... La pequeña colina dominaba el paisaje. Sobre la cumbre se alzaba un círculo de rocas planas recubiertas de musgo. Seguro que en la antigüedad se habían celebrado en él ritos de magia. Le sorprendió comprobar que se correspondían con otras, ligeramente más grandes y puntiagudas, que rodeaban la base del cerro. No sólo eso, sino que esas piedras marcaban con precisión la posición en la que debían ir los explosivos.
No deseaba marcharse, no deseaba que llegase la mañana siguiente. Decidió pasar allí la noche. Quizás el sueño le inspirase alguna idea que salvase la montaña, porque desde su cima la loma era digna de ser llamada montaña. Se sentó sobre una de las rocas. El sol se ocultó para dar paso a las demás estrellas. La luna ascendía por las laderas oscuras. Al llegar a la cumbre se detuvo sobre el centro del círculo. Anto la miró y la luna le devolvió la mirada. "Hazlo", le pareció entender, "yo no me moveré de aquí".
Se despertó sobre la piedra. Clareaba, pero la luna, tal y como había prometido, no se había movido de su sitio. Calculó la hora. No tardaría en llegar todo el equipo. Prefirió colocar él mismo los explosivos mientras les esperaba. Apenas había terminado el trabajo cuando oyó los frenos de los camiones al detenerse. Se acercó a saludarles.
- Todo está listo - les informó.
Los hombres asintieron. Se cubrieron con sus cascos y se alejaron para protegerse de la explosión. Anto fijó sus ojos en la luna antes de accionar el detonador.
Las cargas estallaron al unísono. El suelo tembló. Una nube de polvo envolvió el cerro y una grieta se abrió entre las piedras. La tierra se elevó desde la hendidura y empujó la loma hacia arriba. Las rocas puntiagudas apuntalaron las laderas. La colina se arqueó para acercarse a la luna.
Anto contempló la nueva montaña que se alzaba con una simetría perfecta. Un círculo de piedras la coronaba y, en su base, la bóveda de un túnel la atravesaba.
4 comentarios:
Anto está de camino y posiblemente no pueda leer el cuento hasta esta noche, pero estoy segura de que se sentirá muy emocionado de protagonizar un relato tan atrayente.
¿No sigue????joooooooo
Sole
Precioso cuento. Anto, te deseo lo mejor en tu día, ya sabes que siempre voy con retraso en estas cosas pero la verdad es que ¡Mas vale tarde que nunca! No le pregunté a mi madre dónde lo pasasteis pero seguro que hubo alguna reunioncilla de esas de la Carbo o aperitivo en La Cazuela. Fuera lo que fuera no me lo cuentes que seguro que me muero de envidia. Muchos besos.
Muchas felicidades Primo! Me ha encantado la historia, perfecta para un aventurero como tú!
Besos
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