Movilidad exterior es el eufemismo que la ministra emplea para denominar la emigración de jóvenes fuera de nuestras fronteras. No van a descubrir el mundo, no comparten el espíritu explorador ni aventurero de los viejos conquistadores. Simplemente son jóvenes, son trabajadores preparados, con ganas de trabajar y sin oportunidad de hacerlo.
Son valientes y emprendedores, gente con empuje que ha movido hasta su última ficha por el territorio español antes de tomar la decisión de salir de él. El concepto de territorio español es muy amplio en este caso, incluye cualquier empresa con esa nacionalidad. No importa que luego haya que viajar hasta Alemania y pasar un invierno a la intemperie, a 20 grados bajo cero, en medio de un campo cubierto por un metro de nieve, para instalar sobre la tierra helada, con los dedos al borde de la congelación, unas placas solares que, a pesar de su nombre, apenas verán el sol.
Se arañan trabajos intermitentes, se acumula experiencia. El curriculum aumenta a base de energía, explosivos, obras, minas y carreteras. Sin embargo, cada punto y aparte es otra empresa que cierra hasta que, al final, no queda nada ni nadie.
Son jóvenes para los que no existe la palabra rendirse. Queda la aventura de salir, de llegar a un país desconocido y luchar por abrirse camino. Es como lanzarse al vacío, soltar lazos, dejar atrás familia y amigos aunque el corazón se parta en mil pedazos con la partida (¿es de ahí de dónde viene el nombre?). Son soñadores al tiempo que pragmáticos. Su coraje es digno de admiración. Son la esperanza. Su marcha es, en realidad, una inmensa pérdida.
¡Buen viaje Andrés!
3 comentarios:
Toda la familia nos hemos despedido de Andrés: abrazos, besos y lágrimas, sobre todo de su madre, que es a la que la “partida” fragmentará en más pedazos su corazón.
Cuando me despedí de Andrés mis últimas palabras fueron: que tengas suerte y que vuelvas pronto. Más tarde me di cuenta de que mis deseos eran contradictorios, si tiene suerte y encuentra un buen trabajo tardaremos en volver a verlo.
La carta de hoy es un verdadero homenaje a todos los valientes que se marchan a la aventura a conquistar un medio de vida digno, que es imposible encontrar en la tierra que les vio nacer, como consecuencia de la incapacidad manifiesta y reiterada de una clase política corrupta y de la desidia y el conformismo de casi todos.
Es un privilegio tener en la familia una “notaria” que de fe y deje constancia escrita de los acontecimientos familiares.
Un beso, jmd.
Gracias, Grumpy, por esta constancia de una situación que una clase política mejor preparada hubiera debido resolver. Y no hablo sobre todo, como se hace siempre, de los congresistas, senadores y concejales. La clase política, como bien dijo Aristóteles, somos todos. Todos estamos, de alguna manera, involucrados. Pero hay, desde luego, responsables directos, aupados por nuestro voto y riéndose de él y de nosotros. Especialmente se dirige mi asco y mi repulsa a los funcionarios sindicales. No deshonraré a los verdaderos sindicalistas, cuya memoria honro, dando ese nombre a los impresentables pinchaposos que han contribuido a la destrucción de tantas industrias y puestos de trabajo. Unos sindicatos que han representado los intereses de sus dirigentes son en buena medida los responsables de esta situación. Alguien hará alguna vez el censo de quienes, abandonando sus auténticas responsabilidades, se ocuparon, con éxito, de situarse en pingües consejos de administración de cajas, que iniciaron así su terrible decadencia, o de otras empresas que han contribuido a destruir. ¡Qué mal ha sido servida la clase obrera, qué abandonados están los funcionarios, servidores de un país que se descose!
Éste es el resultado: España pierde a trabajadores buenos o excelentes. De que lo son no hay duda, no los quisieran en otros sitios, si no lo fueran. No importamos tanto los que ya estamos más cerca de la retirada, lo sangrante es que se vayan los que pueden hacer país, los que pueden revitalizar una patria que los vio nacer, sí; pero que también les pagó, con el sacrificio de todos, su formación y estudios.
El terrible sistema disciplinario romano, como se sabe, diezmaba a las tropas que habían mostrado cobardía o incapacidad en el combate. ¿Qué ocurriría si por cada diez trabajadores que tienen que emigrar, se suprimiera un puesto político?
Sé, por experiencia, que emigrar no es en sí malo. Lo que es malo es hacerlo forzado por la incuria de otros, de quienes deberían cuidar de que la inversión en educación se aprovechara primero dentro. Pero pensarlo es utópico. Cuando la gestión educativa está en manos de los incapaces cobardes que ceden a los vociferantes, el principio mismo de la educación se tambalea. Cuando formar parte de una élite se convierte en un estigma, en vez de una honra, los buenos tienen que irse.
Andrés, no estás solo, estás, eso sí, lejos. Pero contigo estamos todos, y todos lloramos, no por ti, que eres trabajador y tendrás éxito, sino por la espaciosa y triste España.
Vuelve pronto hermano :-(
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