viernes, 24 de enero de 2014

Íntimo

Escribir es un acto íntimo. Al sentarse delante de la hoja en blanco uno bucea dentro de su mente para encontrar lo que, en ese momento, desea contar. Sea lo que sea, una historia, un paseo, un comentario de un libro o una idea ridícula, es algo que, hasta entonces, sólo le pertenecía al escritor. Durante el proceso se abstrae de tal modo que abandona el mundo que le rodea, incluso la noción del tiempo le es ajena. No sólo busca las palabras sino también la manera de expresarlas. La música de las frases no es otra que el ritmo que marca su respiración. El corazón se acelera, la garganta se cierra mientras que deja sobre el papel una parte de sí, una parte que pocos, muy pocos, conocen. No es un fragmento de su realidad mundana, sino una porción del ser que integra su realidad imaginaria.

El escritor se halla inmerso en un conflicto entre sus dos realidades. La que comparte con el resto es su realidad mundana, esa que es necesaria e inevitable, y en ocasiones monótona y rutinaria sin posibilidad de escape. Su refugio es su realidad imaginaria, la que le pertenece en exclusiva y que se adapta a su ánimo, a la compañía y al momento. Es la que vuelca en sus escritos, la que ve reflejada al leer los escritos de otros. Es su propia realidad, la que crea, la que le apetece de verdad vivir, en la que se siente cómodo porque las cosas son como deberían ser, en la que es lo que pretende y hace lo que desea. Los propósitos dejan de ser intenciones para convertirse en hechos y el resto del mundo se siente feliz por ello. Esa realidad es, sin duda, mucho más interesante.

5 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol, buenos días; como siempre,interesantísimo. El acto de escribir, en sí (fase 1), es íntimo, por supuesto; pero, desde el momento en que el resultado de ese acto sale al exterior, se publica (fase 2), ya pierde esa intimidad y tiene una proyección externa objetiva e innegable. Y, ¿hasta qué punto no condiciona la consciencia de la fase 2 el ejercicio de la fase 1? A mí, al menos, me pasa, creo. ¿Y a tí?

Un abrazo y buen fin de semana.

Señora dijo...

Ese recorrido desde la "nube rosa" al texto escrito siempre ha dado lugar a muchas discusiones sobre el rasgo que debe predominar en el proceso. Es un problema complejo, pero nuestra época se caracteriza por la libertad creativa y podría decirse, en la línea de lo que apunta Manuel Márquez Chapestro, que es el propio autor el que condiciona su estilo en función de que su mensaje llegue al lector de un modo más genuino y acorde con la idea que quiere comunicar. Claro que en otros momentos, si esa idea es un desahogo imaginativo o esa vivencia propia que pugna por tomar forma en la palabra, entonces el lector no importa (o importa poco) y es el autor mismo el que ajusta su lenguaje a la expresión de esa parte que es de su mundo y que en muchas ocasiones, a pesar de hacerse explícito en el mensaje, se queda sin ser compartido con el otro.

Unknown dijo...

Es difícil no dejarse influir por la opinión de otros pero cuando los otros tienen opiniones dispares se hace difícil contentar a todos. Sé que no me sale bien forzar la escritura, me queda falso y aburrido. Por eso generalmente me guío por lo que me apetece escribir en cada momento y me esmero para hacerlo lo mejor que puedo y espero que haya alguien que lo encuentre de su gusto.

el tito Paco dijo...

A ver si ponemos un poquito de orden.
Hay varios tipos de escritura y todo ello, en nuestro mundo occidental, es bien conocido desde hace unos dos mil quinientos años, así que no inventamos nada.
Para centrarnos en Grumpy, lo que hay que considerar son varios aspectos.
a) Uno puede escribir para sí mismo. Lo guarda en una carpeta y lo relee cuando le parece oportuno, generalmente con provecho. (Nada nos da la visión real nuestra tanto como repasar lo que en momentos nos pareció importante y comprobar lo que sigue siéndolo). Es aconsejable quemar esos papeles cuando se está a tiempo, si se deja la instrucción de que otros los quemen, generalmente se tienen dudas, más o menos fuertes, sobre la conveniencia de su destrucción. Lo que el heredero debe hacer es quemarlos, sin más. Si no se queman, puede hacer "daños colaterales".
2) Se escribe para ser leído. Prescindo de los textos científicos o didácticos, que, naturalmente, tienen su propia dinámica, para limitarme a los literarios.
a) El autor literario escribe porque lo necesita y, aunque restrinja su círculo de lectores, siempre tiene que existir.
b) El autor literario escribe para ser leído.
En ambos casos me parece que lo que importa es el texto. (Hablo de escritura profesional, se entiende, los blogs se han convertido en el acceso libre de los pinchaposos, tan evitables como los campirris).
Lo que le ocurre a Grumpy es que no se decide a reconocer la realidad: quiere ser leída, sabe que es le';ida y que su lectura atrae a varios tipos de lectores. Al mismo tiempo, trata de imponer su mundo interior, a mi juicio por un camino resbaladizo.
Escribir es tachar y romper. El blog es la tentación de la facilidad, uno cede a ella fácilmente, tanto más fácilmente cuanto más joven se es o menso experiencia se tiene.
El lector no es gratis, hay que ganárselo. Reconozco que, a veces, no paso del primer párrafo o leo al bies. Quizás no guste que lo diga; pero es la realidad de cualquier lector.
El profesional de la escritura tiene que saber qué lectores le interesan. Algunos quieren los más posibles (económicamente es lo más rentable), otros prefieren lo seguro a lo probable. Como en toda decisión humana, uno se puede equivocar, corregir y volver a equivocarse.
Quien hace público lo que escribe siempre piensa que alguien disfrutará o con ello o le aprovechará. Se impone por ello una reflexión sobre el tercer don de los Reyes Magos, la mirra. Se trata del recuerdo de lo contingente, de la evanescencia de la vida. "Mortificarse", que es el sentido de la mirra, es, etimológicamente, 'hacerse para la muerte', o sea, reconocer esa evanescencia y ajustarse a ella. No es, como algunos creen erróneamente, darse latigazos en la espalda o clavarse cristales para hacerse sangre. Es, sencillamente, vivir con la conciencia del tiempo. (Esa conciencia puede incluir o no una dimensión de eternidad; pero no es el momento de discutirlo).
Escribe un ser con tiempo, en un tiempo dado y para seres con tiempo.
Quizás desde esa perspectiva algunas preguntas queden resueltas. Si no, el tiempo nos dará más respuestas.

el tito Paco dijo...

¡Ah! Y escribir no es un acto íntimo, es un acto comunicativo. Cuando uno escribe totalmente para sí mismo, lo que hace es salir de sí mismo para volver a entrar. Otra cosa es engañarse.