Las sombras se distorsionan, cada paso adelante es un paso que me adentra en lo desconocido. Estoy sola y tengo miedo, lo confieso. No hay nadie, ni siquiera me siento a mi misma como un ser completo sino que me he convertido en una mera partícula aislada. Me desconcierta mi propia fragilidad, el notar cómo me rompo por dentro. Poco a poco todo se reduce a un sinfín de añicos mal unidos. Bastaría un suspiro para desvanecerme. En mi soledad ¿dónde encontraré un apoyo? Supongo que en los árboles del camino. Me fijo en ellos. También están solos, sin más voz que la que les preste el viento y sin más amarre que el suelo. Tiritan desnudos, expuestos al hielo y a la oscuridad de la noche.
Recojo la nieve acumulada a los pies de un árbol seco. Protejo con ella el su tronco, reparto los copos blancos y suaves sobre la corteza negra y mate. Cubro las ramas heladas, les doy calor con mi aliento y su sombra borrosa se define en una nueva forma, con un contorno similar pero con algo distinto, una figura con vida propia. Se separan de las raíces unas piernas grises que sostiene un torso que fluctúa al ritmo de la respiración, unos brazos que se ofrecen para acogerme en ellos, unas manos de dedos largos y finos que me acarician el rostro y peinan mis cabellos y una cabeza que se inclina sobre la mía. Me abrazo al árbol y su sombra me estrecha en su regazo. Siento el consuelo de su contacto y espero a su lado a que la aurora rompa las tinieblas y que, junto con el día, surja el sol.
"Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que cada uno pueda encontrar la suya." El Principito.
lunes, 20 de enero de 2014
Soledad sin refugio
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1 comentario:
Felicidades a María. Sé lo dulce que es que Grumpy te escriba algo dedicado. Y gracias a Grumpy por inspirarse en mi obra para tan bello y poético texto. La prosa poética ha sido y es una de mis debilidades literarias.
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