Dos hileras de árboles montan guardia a ambos lados del camino. De toda la cadena de soldados sólo hay uno que resalta. Es un ejemplar distinto que destaca aunque se oculte entre el resto y procure, en vano, confundirse con ellos. Se mantiene a ras de la línea de formación, sin rezagarse ni sobresalir de lo trazado. A su nivel no hay ninguno como él, los suyos se han quedado atrás para formar otra serie, paralela y escondida, en segunda fila.
En primavera se espera siempre a asomar sus primeras hojas hasta que los demás casi han terminado de cubrir sus ramas y lucen con orgullo el esplendor del nuevo follaje. Sin embargo, a pesar de su paciencia, nada oculta la mancha oscura de su fronda que se recorta entre el regimiento. Las puntas de sus ramas estiradas caen sin fuerzas para elevarse. No quiere alzarse hasta tocar el cielo, sus hojas alargadas ansían apoyarse en el suelo a descansar. Suspira y el murmullo del grupo amortigua su voz, sólo él advierte que su susurro es diferente, como la música de un instrumento que vibra con la armonía del silencio y que nadie se detiene a escuchar. No comprende el deseo de volar de las hojas de sus compañeros. Lo ha probado y lo único que logra es que floten un instante en el viento, se agitan antes de soltarse y caer. ¿Es porque son pequeñas, ovaladas y les faltan alas? Los otros tienen hojas irregulares, amplias como mariposas con vértices que imitan las puntas de las estrellas.
En otoño se apresura a desvestirse con la esperanza de que su desnudez le asemeje más al resto. Sus finas ramas se deshilachan y envuelven la copa en una pelusa fina y despeinada como una flor gigante de diente de león que el aire amenaza con deshacer. Su corteza invernal es rugosa y oscura, un trazo que se funde en las sombras de la noche, un vacío negro entre troncos parcheados de un gris liso y blanquecino. Duerme y en sus sueños hasta la luna le delata. Su claridad recalca la palidez de los demás. La lluvia es su única aliada. Las gotas diluyen las imágenes, desdibujan las formas, el brillo de la humedad matiza los colores. El peso del agua hunde todas las hojas y agacha todas las ramas. Las voces se confunden en el agua. El engaño desaparece junto con la tempestad. El disfraz se seca y la verdad queda expuesta.
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