miércoles, 5 de febrero de 2014

La nube rosa

Cuando la luna sonríe, el sol se sonroja. El rubor tiñe el cielo y florecen nubes de color rosa. En una de esas nubes habitan algunos de los cuentos favoritos de mi infancia. De ella parten cada noche los duendecillos que limpian las estrellas y hacen que reluzcan en todo su esplendor.

En ocasiones una de esas nubes es algo más. Un atardecer se asemeja a un dragón y las escamas de su cuerpo se estiran en el firmamento. Según el sol desciende, el dragón se alarga hasta cubrir la franja del horizonte que separa mar y cielo. Si atrapase al astro entre sus fauces, antes de que llegue a ocultarse, el agua se transformaría en fuego. Sangre de lava recorrería sus venas de viento y forjaría su piel con acero. Tras una sola bocanada, el aire se encendería en franjas de llamas horizontales, de un fuego sin humo, bajo una cúpula de un azul difuso que, al ascender, se condensaría y envolvería a la sonriente luna.

Si la nube dragón no llega a rozar el sol, se hundirá tras él en el mar. Se disolverá en el agua y surgirá, al amanecer, en pos del astro que le vio nacer.

2 comentarios:

Señora dijo...

Creo que la nube rosa nos afecta a la imaginación de más de uno de esta familia. Para mí los atardeceres han tenido siempre un atractivo tan grande que hasta tuvo sus consecuencias prácticas: fue lo que me ayudó a disipar dudas sobre el piso que podía comprar para vivir. Cuando vi este -en el que hemos vivido toda la familia- que daba a poniente y que me aseguraba la visión del atardecer a lo largo de muchos días del año, no lo dudé un instante. Me pareció que podía llenar una de mis grandes aspiraciones. Bien es verdad que me limito a descubrir matices y combinaciones de colores, tantas veces increíbles, y que no hay dragón integrado en el firmamento. A lo máximo que llegué una vez fue cuando le conté a Inés (entonces de tres años) que las nubes que entrecortaban el ocaso eran la bañera del sol en la que este se disponía a meterse antes de irse a dormir.

Anónimo dijo...

Vaya!! Tanto me ha guatado el cuento como el comentario d Señor, recuerdo las varias ocasiones, ya de mayor que mi tia me ha hecho pasar al invernadero-terraza de la cocina donde descansan sus plantas y hemos contemplado la maravillosa nube rosa en toda su gama. Bs Pal