viernes, 14 de marzo de 2014

Sopicaldos

Soy tan incapaz como Mafalda de tomarme una sopa castellana por muy reconfortante que sea, personalmente me resulta pesada y nada atractiva. De la sopa de ajo mejor ni hablamos. Mi madre sólo la preparó en una ocasión y, afortunadamente, no volvió a repetir el intento. Era un engrudo sólido y denso, de pan mojado de color marrón y con una textura muy alejada del estado semilíquido habitual de este plato. Llamarlo ladrillo de pudin de ajo habría resultado mucho más apropiado. Es el único plato que a la Señora le ha salido mal y también el único con el que me tuvo que poner "tiempo" para que me la terminase (cosa que solía suceder con mis hermanos pero jamás conmigo). Aún así, se quedó en el plato, y eso a pesar de que nunca he sido una niña inapetente. En el hospital servían una versión de este guiso, en este caso más líquido, pero dado que el caldo era poco más que agua sucia con unas gotas de aceite rojizo por encima tampoco se ganó mi favor. La verdad es que nunca reuní el valor suficiente para probar ninguna de las aspirantes a sopas del comedor, sólo con mirarlas se me cortaba el hambre.

House odia cordialmente la sopa juliana y, como a mí tampoco me emociona, no se encuentra con el problema de que me sienta mínimamente tentada de preparársela. Tampoco le va demasiado la sopa de pescado, que a mí sí que me gusta, siempre y cuando no lleve arroz, que suele pasarse y y le resta sabor y gracia. Me encanta cuando sabe mucho a marisco. Si se sofríen las cáscaras y luego se cuecen con un hueso de rape, un poco de vino blanco, cebolla, azafrán y perejil, se machacan y el caldo colado se añade a los trozos de pescado y a las gambitas peladas, para terminar con un chorreón de ketchup (mi favorito es el Heinz) y una cucharada de Philadelphia, el resultado es irresistible. A veces incluso House se siente tentado y pica.

 La sopa de fideos sólo me gusta de la forma en la que la preparaba la Baronesa: desengrasaba el caldo del cocido (que en realidad era más ligero que un cocido madrileño completo). Los garbanzos  iban dirigidos a convertirse en morococo y compartían la olla con unos cuantos trozos de pollo y unas patatas. Las patatas se machacaban con un tenedor, se les añadían los trocitos limpios del pollo y se ligaba todo con unos huevos batidos. Con una cuchara se  pasaban directamente por pan rallado y se freían. Quedaban una croquetas crujientes, doradas y tan huecas como un soufflé. Al caldo le añadía un chorrito de jerez o vino blanco, azafrán (mi especia favorita) majado con perejil fresco, huevo duro muy picadito y unos pocos fideos finísimos de cabello de ángel. De ese modo tan sencillo la sopa se convertía en un guiso delicioso. La acompañábamos de las croquetas, porque nadie era capaz de resistirse y esperar para tomárselas a continuación, y luego dábamos buena cuenta del morococo).

PATATAS CON ALMENDRAS
Ingredientes
1 kg. de patatas peladas y partidas en trozos
1 cebolla grande picada
Majado con: 50 gr. de almendras crudas, perejil fresco, un diente de ajo y unas hebras de azafrán.
1 vaso de vino blanco.
300 ml. de agua
Un par de huevos duros picados
Aceite de oliva, sal y pimienta. Un toque de comino también le va muy bien a este plato.

Elaboración
Pelar y cortar las patatas en trozos.
Machacar en el mortero las almendras, los ajos, un manojo de perejil y unas hebras de azafrán.
Rehogar la cebolla hasta que esté transparente y dorar unos minutos el majado de los ajos junto con las almendras. Añadir las patatas, darles un par de vueltas antes de poner el vaso de vino blanco y el agua.
Cocinar a fuego suave durante una media hora, el tiempo para que las patatas queden tiernas.
Cuando les falten unos 10 minutos, rectificar de sal y pimienta y terminar de cocer a fuego suave. Al final poner el huevo duro picado.

3 comentarios:

ELVIRA dijo...

Ayer justo comentaba con cuñadito que me encanta la sopa de cocido y las croquetas. Si lo compartes con alguien que se come los garbanzos es perfecto!

amigademadre dijo...

Sopa de ajo: ya hablaremos ...

amigademadre dijo...

Ayer me senti molesta con tu comentario sobre la sopa de ajo.
Como castellana que soy adoro la humilde sopa de ajo - que no castellana como no la nombramos nosotros -.
La sopa de ajo forma parte de mi juntud. La ignore y menosprecie en la juventud. La he recuperado en la senectud.
La tengo/emos por imprescindible para calentar las frias mañanas serranas sobre todo cuando estas son las primeras. Insustituibles junto a la chimenea.
Te invito a experimentarlo. Con bufanda.
Como recomienda la Señora: "Sopita - de ajo añado yo - y buen vino - de la Ribera puntualizo - " ...