Una de las desventuras del hiperactivo chiquillo ocurrió en la sierra, donde se había subido con sus hijos a jugar con la nieve. Ni que decir tiene que Billete disfrutó como los indios lanzándose por las cuestas en trineo. En una de esas, vislumbró un montículo de nieve y no pudo resistirse a él. ¿No sería genial poder lanzarse como los dibujos animados sobre la nieve y sentirla ceder mientras se hundía bajo sus pies y frenaba su caída? Ni corto ni perezoso se subió a la elevada copa del árbol que había al lado de aquel tentador acumulo. Contempló el panorama a sus pies. El suave contorno de aquel montón blanco resultaba aún más atractivo desde su nueva posición. Se sintió como un ruso al salir del vapor de la parilka antes de revolcarse por la nieve. Por desgracia, su ubicación entre las ásperas ramas no le permitía quitarse la ropa para experimentarlo del mismo modo. Todo se andaría, pensó.
Con una sonrisa de anticipación tomó impulso y saltó. Por desgracia las cosas no resultaron como se había imaginado. Al igual que les ocurre con frecuencia a los desafortunados personajes de los Looney Toons, la lisa silueta escondía la trampa de una roca en su interior. En una digna imitación del coyote, los pies de Billete se estrellaron contra la piedra en su aterrizaje. El crujido de sus talones indicó que no iba a poder realizar más saltos en una temporada al no estar hechos sus huesos de trazos de lápiz. Las estrellas que flotaron ante sus ojos se debían a que se había fracturado ambos calcáneos. Una escayola le mantuvo forzosamente tranquilo en casa durante una buena temporada mientras se recomponía de nuevo.
2 comentarios:
Billete es un defensor de la conducción responsable, como yo.
Grande Billete¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Joba maja ¡¡¡ vaya familia....no os aburris ¡¡¡ ja,ja,ja. Marie.
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