Todo depende del color del cristal por el que se mire, pero el tono varía al levantarse cada mañana. Por mucho que la mente desee ver siempre "la vida en rosa", el cuerpo puede pensar de otra manera. La intensidad del matiz va acorde a las sensaciones. Percibir el color que tiñe cada instante no suele ayudar a que una sea capaz de cambiarlo, pero al menos puede intentar que un día malo salpique lo mínimo al entorno.
Hay días rojos, en los que se está irritable sin remedio. Rechinaría los dientes de pura rabia ante cualquier mínima provocación y, si fuese un animal sin civilizar, mordería a más de uno. Controlarse cuesta un triunfo. Si no es posible recluirse, lo mejor es guardar silencio, las palabras que se sueltan en esos momentos pueden tener repercusiones. Hay que ser consciente de que el resto del mundo no tiene la culpa de ese mal humor. Claro que, esa lucidez, requiere un gran esfuerzo. La concentración que exigen las cirugías ayuda a refrenar la violencia de los impulsos.
Los días grises son tristes, de pérdida, llenos de congoja y preocupación. En esos momentos se necesita un hombro en el que desahogarse y un abrazo reconfortante.
Hay días blancos, brillantes, luminosos y románticos. Son días para estar en pareja.
Los días dorados son felices. Esos días una estallaría de alegría. La energía se desborda y la tolerancia es fácil.
Un día azul es melancólico, apático, sensible. Son días para quedarse en casa y disfrutar del sofá, bien acurrucada, con un buen libro o una bonita película.
Cuando el cristal es rosa, el optimismo me hace soñar despierta, impregna el futuro. Es el cuento de la lechera con final feliz.
He aprendido a huir de la gente con días negros, llenos de pesimismo egoísta, en los que se hunde a los de alrededor. Los que los tienen consiguen que un día blanco se cubra de nubes grises. No albergan por ello ningún sentimiento de culpa, al contrario, son desgraciados y los demás deben frustrarse con ellos y autoflagelarse por su situación. Cuando se consigue escapar de la influencia de uno de estos chantajistas emocionales, identificables entre otras cosas por refugiarse en el mutismo durante varios días pero sin dejar de llamar la atención ni alejarse del rango visual de sus víctimas, una vuelve a descubrir el arcoiris.
PS: Para los lectores dominicales, con enlaces para navegar y distraerse.
2 comentarios:
Consejo para los días rojos: Un poco de Reiki.
Los días grises, un poco de Chopin.
Para los dorados: Veuve Clicquot o Moêt-Chandon y los blancos, para ir corriendo al teatro Español a ver "Follies" y acabar conviertiendolo en un día dorado ;-)
La entrada de la lección de Reiki, que no entra por el buscador, aunque en el blog es más para hacer risoterapia: http://anoldgrumpandabeautifulperson.blogspot.com/2011/08/hola-queridos-hace-tiempo-que-queria.html
Los días rojos: cirugía, arte y paseos. Me funcionan mejor.
Grises: Ella y Louis, House y un rato con la familia.
Coincido en los dorados, sobre todo si es champán rosado.
Tendré que ver Follies
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