miércoles, 27 de febrero de 2013

Deterioro senil

Los viejos se vuelven niños. Con la edad el cerebro pierde  plasticidad, las capacidades perdidas no se recuperan. El cuerpo se debilita y su fragilidad es causa de inseguridad y de dependencia. En ocasiones, por desgracia, el retorno a la infancia es aún más acusado y esa persona querida se ve afectada por la cruel demencia. Tenga el apellido de Alzheimer, vascular o senil, el efecto es desgarrador tanto para el que la padece como para los que, impotentes, presencian el deterioro irreversible del enfermo.

Por desgracia su manejo es agotador. Aunque se pretenda cuidar en casa del paciente, llega un momento en que las circunstancias superan incluso al familiar más entregado: noches sin dormir, delirios, gritos, sufrimientos imaginarios con fases de agresividad y culpabilidad minan la moral de los que le asisten. La enfermedad se ensaña con las víctimas, les trastorna y les hace olvidar su propia vida. No recuerdan el rostro de sus seres queridos, el tiempo se enmaraña y les hace regresar a un lejano del pasado que les confunde aún más. Aprovechar los instantes de lucidez, cada vez más escasos, para devolverles a la memoria sus recuerdos más preciados, y hacerles revivir de nuevo sus momentos de felicidad es, en ocasiones, lo único en lo que se puede contribuir al bienestar del pobre enfermo.

No es fácil la convivencia, pero tampoco lo es la no convivencia cuando el hacerse cargo personalmente se convierte en una tarea imposible. La preocupación por la atención en los momentos malos, por estar presente durante los momentos buenos y disfrutarlos sin dejarlos pasar en medio de un sentimiento de abandono y soledad, genera un sinfín de dudas internas e incluso una sensación de culpabilidad. Se debate si se ha tomado la actitud más correcta, se le da infinitas vueltas, la duda se convierte en una obsesión que reconcome el espíritu hasta desembocar en frustración. Compaginar la rutina diaria con las visitas, y procurar al tiempo que estas se sucedan con toda la frecuencia posible, es conflictivo y cansado, cansancio que hay que disimular a toda costa, detrás del mejor gesto, para que el pobre enfermo no padezca aún más por culpa de éste. No hay alternativa. El tiempo se agota y la memoria se esfuma más rápido que la propia vida.


2 comentarios:

Señora dijo...

Mientras leo esta entrada, no puedo dejar de recordar a la Tita Mercedes, cuyo último año coincidió con una situación muy semejante a la que describees. El hecho de que no durara ni siquiera el año y tuviéramos la suerte de poder atenderla en casa, nos evitó la angustia de haber tenido que tomar una decisión tan difícil como la que presentas. Hoy hace dos años de su muerte y a todos nos queda la pena de su pérdida, tras su progresivo deterioro. Pero a lo largo de sus muchos años de estancia con nosotros disfrutó muchísimo de nuestro cariño, especialmente de los pequeños y menudos. El recuerdo entrañable de su vida, así como de la amable aceptación de su enfermedad, se hacen presentes en este veintisiete de febrero, en esta entrada sobre Medicina que muestra un trasfondo tan reconocible.

Elvis dijo...

Es un post tan bonito y duro a la vez.... La tita fue buena hasta en eso y su deterioro paso en un suspiro dejando en todos nosotros ese recuerdo de bondad y cariño.