lunes, 11 de febrero de 2013

Sobre la almohada

Hace poco describí en una carta para un concurso mi libro ideal. Una obra en la que, gracias al don de su escritor y a la magia del lenguaje, las palabras se convirtiesen en una realidad tangible. Que reflejase un mundo al que me apeteciera regresar en cualquier momento, viajar a él simplemente al recordarlo de repente y reencontrarme con sus entrañables personajes para compartir con ellos su vida, sus sueños y sentir sus emociones en toda su intensidad. Lo define Erri de Luca en El día antes de la felicidad: "Una historia que se desborda por todas partes, de la que el escritor sólo recoge un poco y el lector tiene el gusto de esa abundancia que se desborda más allá del escritor". Como premio a mi carta recibí de la editorial un libro, "Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo", del que comenté que "ya os contaría". La verdad es que el libro en cuestión poco tenía que ver con lo descrito. Reconozco que no me identifiqué con él, no llegué a conectar. Es cierto que tenía pasajes curiosos pero sus personajes carecían de enjundia, el ritmo de la obra era desigual y el argumento no había sabido mantener la tensión. Sí que tenía intenciones pero le faltaban logros.

Aún así, algunas cosas me gustaron, como la idea de "tardar años en hacer tuya una almohada (...), saber cómo doblarla para conseguir el sueño perfecto (...) Incluso saber cómo huele después de una buena dormida." Me hizo pensar. Es cierto, a cada uno le gusta su almohada una vez que ha encontrado la ideal y la ha adaptado poco a poco a él. Incluso hay médicos que es una de las cosas que se llevan a la guardia para extrañar menos la incómoda cama del hospital. En mi caso me gusta blanda, con textura de plumón, que se pueda amoldar alrededor del lado izquierdo de mi cara y mi cuello y pasarla sobre el hombro de ese mismo lado mientras guardo la mano debajo. Esa es mi postura para atrapar el sueño y me hizo gracia ese párrafo del libro que indica que la mayoría tiene un ritual especial con su almohada para compartir sus sueños con ella. ¿Consultar las decisiones con la almohada? Tras ordenar los pensamientos con calma, en esa primera fase onírica en la que algunas noches afloran los temores y en otras surge la valentía que da una seguridad de ser casi invencible, se ofrece una perspectiva de las cosas que permite sopesarlas de forma diferente. Si en esos momentos no se siente el empuje de llevar a cabo los planes es difícil sentirlo despierto. Como he dicho al principio: siempre se puede aprovechar algo de cada lectura y, tras un libro que no convence, lo mejor es resarcirse con otro que sí que lo haga (es este caso con el citado de Erri de Luca). ¿Qué os parece esta frase? "La historia era una cocina de ingredientes, se alteraban las dosis y salía un plato de lo más distinto".

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