Habla la montaña, sólo hay que escucharla. En los caminos las botas crujen sobre las rocas y ese sonido transmite historias de decisión, de dolor, de lucha, de retirada y de conquista. Las huellas se graban y se borran pero los pasos se quedan en la tierra. Suena el tiempo, cada estación susurra de un modo diferente. El viento avisa al acercarse la lluvia y la humedad amortigua el eco seco de los golpes. En la niebla se confunden las palabras y las imágenes se pierden en un laberinto ciego y sin salida, lleno de peligros. La nieve cubre todo, incluso los sonidos.
A Erri de Luca no sólo le habla la naturaleza de la montaña. Le habla la ciudad en la que se crió, los recuerdos se asoman a sus ventanas y le gritan a la calle. Sabe escuchar los pensamientos de los hombres y guardar sus secretos. Oye el suspiro que levanta el sol cuando acaricia el mar. Conoce también el lenguaje de las estrellas, dice que las constelaciones forman las letras del alfabeto hebreo. Cambian las noches y surgen nuevas palabras que leer, nuevos significados escritos en el cielo. Afirma que "en verano las estrellas pierden migajas que te llegan a la boca" y que "son saladas con sabor a almendras amargas". "Algunas noches hay tormentas de estrellas desmigajadas. La tierra está sembrada de ellas, las recibe sin poder devolverlas."
Si este verano me veis mirar al cielo con la boca abierta, será para no perder la oportunidad de saborear una migaja de estrella.
1 comentario:
Gracias Sol por esta hermosa entrada y por citar a Erri de Luca a quien conozco gracias a la Señora. Yo también abriré la boca este verano para recibir migajas de estrellas de la serena noche rascafrieña. Bss.
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