viernes, 2 de agosto de 2013

Chueca, rebajas y Qüin.

Imposible resistirse a las rebajas. Ni el calor, ni la crisis, ni mi armario repleto me suponían suficiente aliciente como para quedarme en casa. ¿Dónde ir? ¿Al barrio de Salamanca? Siempre es una buena opción pero confieso que ya me había dado por allí una vuelta. Aproveché la búsqueda del regalo de cumpleaños de House para dar un pequeño paseo, con tour incluido por el interior de cada tienda que encontraba abierta. No es culpa mía si eran casi todas, aunque por desgracia no todas. Me llevé un disgusto cuando me encontré con mi Kálamo cerrada y desmantelada. No es el único negocio que ha desaparecido, la crisis ha llegado también a ese barrio y son muchos los afectados. Encontré cierto consuelo en Marella y dejé allí mi pequeña contribución para evitar que le sucediese lo mismo. El caso es que mi economía no me permite mantener la de todas las tiendas que me gustaría, aunque no me falta voluntad y procuro colaborar con mi granito de arena. Como hacía mucho que no iba por Chueca, opté por esa alternativa.

Conducir por Madrid a partir de la segunda quincena de Julio es una gozada. No tiene nada que ver con el caos habitual: no hay atascos y se tarda sólo lo marcado por la distancia, la velocidad y los semáforos. No se sufre de calor gracias al aire acondicionado (como soy friolera lo pongo muy flojito, no se trata de viajar en una nevera, conozco casos en los que no están contentos hasta que la respiración les sale en forma de nubes de vaho). Dejé el coche en la Plaza de París, que ir por allí y no pasear por ella está catalogado dentro de la categoría de crimen (y con el Tribunal Superior de Justicia ahí al lado, y toda su guardia en los alrededores, no deseaba romper ninguna ley, ni escrita ni no escrita). Agradecí la sombra de sus árboles, no dispongo de un aire acondicionado portátil para el bolso y siempre me olvido el abanico en casa.

En la esquina de Marques de la Ensenada con Barbara de Braganza han abierto la tienda de stock de Ekseption, que antes se ubicaba en Concha Espina. A pesar de ser más económica que la original, y de estar de rebajas, no es apta para todos los bolsillos, aunque no tiene precio para ponerse al día de las últimas tendencias (¿o sí?). Es muy agradable, amplia, luminosa y ordenada (sin esa rigidez en la que una casi ni se atreve a sacar las prendas del perchero). Las dependientas me dejaron mirar a mis anchas, sin agobios. En mi opinión esa es la mejor táctica, al no sentirse presionada se explora todo más tranquilamente, se revisa si es preciso, y es más fácil picar. Los zapatos son dignos de una exposición, y comparten precio con las obras de arte.

De ahí me pasé por Jepa (acrónimo de Jesús y Paco, sus dueños), en la C/ Campoamor (con outlet en la C/ Gravina, muy cerquita). Es pequeña pero con una muy buena selección de una amplia variedad de firmas, diseño y calidad. Sus rebajas, del 50-60%, convierten todo en asequible (en el outlet los precios son de derribo). Me encantó una falda larga, acampanada, con unas aplicaciones de macramé que la convertían en algo diferente y especial (además tengo un bolso y un chal que le van como anillo al dedo). Me la tuvieron que arreglar para ajustarla y ha quedado perfecta.

Seguí por la C/ Pelayo. Esta callecita está llena de pequeñas tiendas "independientes" muy, muy interesantes. Con independientes me refiero a que son fruto de gente creativa, emprendedora, que busca despegar. Se salen de lo habitual. Siempre defiendo que es posible vestirse sin arruinarse y sin necesidad de llevar el mismo uniforme que el resto del mundo. Por el mismo precio se pueden encontrar muchas cosas de mejor calidad, corte, hechura y diseño e incluso gozar de cierta exclusividad.

A través del escaparate me llamaron la atención los vestidos puestos en los bustos de una de ellas, la situada en el nº 62: "Qüin". Por supuesto entré a investigar. Mi curiosidad se vio recompensada con todo un hallazgo. No sólo la tienda es acogedora, sino que su personal derrocha simpatía. Seleccionan la ropa y diseñan buena parte de ella (de hecho los vestidos que había visto y que me habían impulsado a entrar eran de su propia colección). Cuando me acerqué a mirarlos de cerca comprobé que no eran tallas grandes ajustadas al maniquí con un sinfín de alfileres, sino que parecían de mi talla. Desvistieron a los figurines para que pudiera probármelos sin ponerme ni media pega y, ya metida en faena, me cambié varias veces de ropa (hay cosas preciosas). Son prendas favorecedoras, de líneas limpias y con buena caída. No les encontré ningún pero: las telas son muy agradables al tacto, los precios son buenísimos, y con las rebajas absolutamente irresistibles.

Por lo que sé llevan dos meses de andadura. Su empresaria, y diseñadora, trabajó en Ekseption antes de lanzarse por su cuenta. Empezó en Conde de Aranda, con distribución a mayoristas, y ha sido una gran suerte que se decidiese a tratar directamente con aquellos que van a lucir sus prendas. Tiene gusto, talento y elegancia y, además, le entusiasma su trabajo. Es la primera en alegrarse cuando ve que sus vestidos sientan como un guante, cosa que hacen.  Es un placer ciertamente recomendable.

1 comentario:

señora dijo...

Me imagino que ya tendrás preparado un par de bolsas para cubrir necesidades en Ecuador y así poder dar cabida a las nuevas adquisiciones. Por lo que cuentas se te dio muy bien la cosa y eso necesita su espacio en el armario. Es el inconveniente.