"Cenicienta" Millicent Sowerby |
Cuando se es pequeño y nace un hermanito se desencadena una lucha interna: por mucho que se le quiera, el cariño entra en liza con la pelusa. Es algo casi inevitable y muy doloroso para el que lo sufre. Siente, inconscientemente, que el lugar de honor de la casa le ha sido arrebatado por el recién llegado y reacciona ante esto. No obstante no es algo exclusivo de los hermanos mayores sino que al usurpador también le afecta, también siente amenazada su posición. A fin de cuentas el otro ya estaba allí previamente y tiene cierto territorio ganado. Para hacerse con su hueco debe invadir ese terreno aunque, en ocasiones, no calcule el grado óptimo de avance y se desencadenen conflictos.
Por desgracia este sentimiento no se limita a la infancia ni a la esfera familiar. Surge dentro de otros ámbitos, especialmente en materias en las que se destaca, en las que cuesta aceptar que hay otros tan buenos o mejores que uno. Al verse desbancado se sufre. Las comparativas son inevitables y contribuyen a empeorar la situación, uno desea lo que el resto alaba del otro para eclipsarle. Superar esta fase conlleva un gran esfuerzo, implica un cambio de mentalidad en el que la envidia se troca en admiración sincera.
Reprimir esta emoción implica ir casi contra natura. El enfrentamiento contra el instinto es exclusivo de seres racionales y son pocos los que están dispuestos a realizar semejante esfuerzo. Los progresos son lentos, con frustraciones y recaídas. Al principio uno se conforma con sobrellevarlo lo mejor posible. Poco a poco aprende a valorar las virtudes de los demás y puede desear emularlos pero sin por ello machacarlos en el intento, simplemente se esmera en imitarles.
Desarrollar las propias capacidades ha de hacerse por la mera satisfacción personal. No hay que esperar recompensas, reconocimiento, ni poder. No se trata de sentirse superior, ni tampoco de imponerse. Si se deja de lado la envidia, se disfruta más del mundo que le rodea y se comparte la alegría de los triunfos del resto. Con esa idea en mente, uno se siente más feliz.
6 comentarios:
me encanta! de acuerdo totalmente!
La envidia es el más imbécil de todos los pecados. Todos los demás proporcionan alguna satisfacción de algún sentido (o de varios), la envidia es corrosiva, sin más. Supongo que forma parte de la necesidad de emular de la bestia humana para alcanzar eso que se llama con mucho optimismo progreso y que básicamente se define como la creciente capacidad de matar y hacer daño cada vez a más gente. (Hoy me he levantado optimista).
Que bien explicadp Groumpy, como siempre. Tambien estoy totalmente deacuerdo con la entrada y lo que dice el tito respecto a la envidia, y he aprendido. No se puede pedir más!!
Pal
Excelente...como siempre...
El peor de los peores pecados. Lo más triste es que las personas que son envidiosas, no son capaces de disfrutar lo que tienen porque siempre les va a faltar algo. En este mundo privilegiado en el que hemos tenido la suerte de nacer, resulta obsceno ser envidioso, tenemos diez veces más de posibilidades que la mayoría de la población mundial. Menos mal que algunos disfruramos lo bueno a tope e intentamos aprender y mejorar de nuestros errores (sólo he dicho que lo intentamos, no siempre nos sale).
La envidia también puede resultar positiva.
"Y mira si es grande mi amor
que cuando digo tu nombre
tengo envidia de mi voz
Envidia, tengo envidia del pañuelo
que una vez secó tu llanto
y es que yo te quiero tanto
que mi envidia es tan solo amor
envidia... envidia
tengo envidia..
y es de tanto amor!!!!
Yo envidio lo bien que escribes. Un beso, JMD.
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