viernes, 20 de septiembre de 2013

Los árboles de van Gogh

Hay pintores que dibujan la forma, otros a la persona, los hay que muestran la luz, que la descomponen, los que buscan la geometría de los objetos o el color de la música. Hay pintores del mundo consciente y del subconsciente. Van Gogh va más allá. Sabe que todo se relaciona al tiempo que cambia, lo puede ver y sentir. Desea plasmar en el lienzo su mente, sus emociones, sus inquietudes y su visión del mundo. Trata de despojar las cosas de su disfraz y de revelar su esencia con sus pinceladas, dejar sólo lo real, aquello que siempre será. Sus cuadros fluyen, al igual que sucede en la naturaleza, en la que cada elemento está unido al todo del que forma parte. 

Por mi cumpleaños me regalaron un libro maravilloso "Vincent's Trees" del que he extraído unas cuantas citas de las cartas del propio van Gogh. 

El deber de un pintor es estudiar el paisaje en profundidad y usar toda su inteligencia, poner sus sentimientos en su trabajo para hacerlo comprensible para otros.
En este momento debemos pintar los aspectos más ricos y grandiosos de la naturaleza; necesitamos buen ánimo y felicidad, esperanza y amor.
Ya conoces el paisaje de aquí: árboles soberbios llenos de majestad y serenidad.
La mejor vida, sin sombra de duda, es la vida hecha de largos años en contacto con la naturaleza exterior.
Ahora, mejor que al principio, veo la verdadera campiña de Provenza.

El otoño es el contraste de las hojas amarillas sobre tonos violetas.
Todo es ya de bronce y, tan sumamente hermoso, que la imaginación se queda corta.
Me encontraba rodeado de gráciles chopos cuyas hojas amarillentas uno podía oír caer.
Las hojas caen como copos de nieve.
No es posible imaginar una alfombra tan espléndida como ese marrón rojizo profundo que tapiza el bosque bajo el resplandor de una tarde de otoño.

En toda la naturaleza, en los árboles por ejemplo, veo expresión y alma, como era.
Una fila de sauces podados a veces se parece a una procesión de hombres huérfanos.
Si uno dibuja un sauce podado como si fuese un ser vivo, cosa que de hecho es, entonces el entorno le sigue más o menos naturalmente.

Del suelo brotaban jóvenes hayas que captaban la luz en un lado y eran allí de un verde brillante, en contraste con su parte sombreada de un fuerte y cálido verdinegro.

El olivo es demasiado bello para que me atreva a pintarlo y sea capaz de formar una idea sobre él. Su follaje de plata envejecida y bruñida verdece contra el azul del cielo.

Trato de hacer justicia a las formas flamígeras del ciprés, tan magnífico en líneas y proporciones como un obelisco egipcio. Su verde posee una cualidad distinguida. Es la mancha oscura en medio de un paisaje inundado por el sol, pero es una de la notas oscuras más interesantes, la que se me antoja más difícil de reproducir con exactitud.


1 comentario:

amigademadre dijo...

Los árboles me entusiasman y siempre me acompañan cuando miro un paisaje tanto urbano como natural. Creo que ya escribí un comentario en otro momento sobre este amor incondicional.
Los árboles de Van Gogh me sobrecogen sobre manera... me emocionan, me atraen, me admiran. Una vez contemplando una de las obras del pintor sobre este tema hize un boceto de la misma que luego coloreé y retoqué en casa. No recuerdo el nombre de la exposición, sí el lugar: la inhabilitada ya - por desgracia - Casa de las Alhajas. Fué hace 2 o 3 años y la organizaba el Mº Thyssen. Algún día te enviaré una copia del apunte.