¿De qué tengo miedo? No cualquier miedo sino miedo de verdad. Tengo miedo de todo aquello de lo que no me puedo reír. Tengo miedo del dolor, tengo miedo de llorar. Mi llanto nunca me consuela sino que aumenta mi tristeza. Contengo mis lágrimas, sé que cuando comienzan no tienen fin, pretenden verterse todas de golpe, al igual que una cascada, para así acabar con la pena, aunque antes me ahogo en ella. Soy una cobarde, tengo tanto miedo y me resisto tanto a admitirlo que ni siquiera soy capaz de hablar de ello. No es que así niegue su existencia pero la siento menos cerca. Normalmente vivo metida en una burbuja en la que me siento a salvo. Es una membrana que me aísla, amortigua lo malo del exterior y en su interior respiro un aire de sueños y romanticismo. Es pueril, lo sé, como mi inmadurez emocional. Si mi burbuja se rompe, mi atmósfera de ilusión se disipa y me convierto en un ser vulnerable y expuesto. Me aterra la impotencia, querer y no poder hacer nada. No puedo afrontar mis temores, reconocerlos en voz alta sería soltar la mentira a la que me aferro para precipitarme al abismo de mis demonios. Las palabras no me salen, se bloquean en mi garganta. No las retengo, sencillamente soy incapaz de decirlas, ni siquiera a los que más quiero, ni a los que más me quieren. Se convierten en un secreto que no deseo saber. No aspiro a compartirlo sino a construir un enorme muro que lo encierre para siempre. En los peores momentos quisiera encontrar una concha dura, pequeña y oscura en la que refugiarme hasta que la tormenta pase. Una concha o, mejor aún, unos brazos que me abracen y me calmen.
"Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que cada uno pueda encontrar la suya." El Principito.
jueves, 31 de octubre de 2013
Miedo
¿De qué tengo miedo? No cualquier miedo sino miedo de verdad. Tengo miedo de todo aquello de lo que no me puedo reír. Tengo miedo del dolor, tengo miedo de llorar. Mi llanto nunca me consuela sino que aumenta mi tristeza. Contengo mis lágrimas, sé que cuando comienzan no tienen fin, pretenden verterse todas de golpe, al igual que una cascada, para así acabar con la pena, aunque antes me ahogo en ella. Soy una cobarde, tengo tanto miedo y me resisto tanto a admitirlo que ni siquiera soy capaz de hablar de ello. No es que así niegue su existencia pero la siento menos cerca. Normalmente vivo metida en una burbuja en la que me siento a salvo. Es una membrana que me aísla, amortigua lo malo del exterior y en su interior respiro un aire de sueños y romanticismo. Es pueril, lo sé, como mi inmadurez emocional. Si mi burbuja se rompe, mi atmósfera de ilusión se disipa y me convierto en un ser vulnerable y expuesto. Me aterra la impotencia, querer y no poder hacer nada. No puedo afrontar mis temores, reconocerlos en voz alta sería soltar la mentira a la que me aferro para precipitarme al abismo de mis demonios. Las palabras no me salen, se bloquean en mi garganta. No las retengo, sencillamente soy incapaz de decirlas, ni siquiera a los que más quiero, ni a los que más me quieren. Se convierten en un secreto que no deseo saber. No aspiro a compartirlo sino a construir un enorme muro que lo encierre para siempre. En los peores momentos quisiera encontrar una concha dura, pequeña y oscura en la que refugiarme hasta que la tormenta pase. Una concha o, mejor aún, unos brazos que me abracen y me calmen.
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3 comentarios:
Como me suele ocurrir, no conecto con Saint-Exupery. El coraje se compone de esfuerzo, auto-superación, fuerza moral y convencimiento. El miedo solo sirve para bloquearnos y cegarnos, y desde la concha, no podemos ver la realidad, que muchas veces asusta más de lo que parece.
Me impresina esta entrada. Al contrario que a Elvis me encanta Saint-Exupery. El miedo es tal vez lo que nunca deseo a nadie.
Esta entrada me deja desestabilizada (es que es muy buena) Besos de Halloween
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