Siempre me ha gustado la famosa frase de Mae West de: "Cuando soy buena, soy muy buena pero cuando soy mala, soy mejor". Es algo que, en momentos puntuales, comparto. Procuro ser buena, lo intento la mayor parte del tiempo, de veras, trato de hacerme con el secreto de ese espíritu angelical natural en algunos y, cuando creo que me acerco, me esmero por conservarlo. A veces hasta me da la impresión de lograrlo, aunque sea esporádicamente. Soy una optimista nata y esos instantes son efímeros. Se volatilizan tan rápidamente que no dejan rastro. Estoy convencida de ser la única que los percibe, supongo que porque soy consciente del esfuerzo. Sucede por accidente lo que no me permite repetir el experimento a voluntad. Eso sí, el hacer algo bueno por alguien suscita una enorme satisfacción interna. Se eleva la autoestima, el amor propio y el ajeno.
En lo relacionado con la bondad y la maldad una cosa es evidente: cuando eres buena nadie te lo reconoce, sin embargo las maldades, por pequeñas que sean, no pasan nunca desapercibidas.
No siempre consigo ser buena y, al carecer de término medio, lo que me toca es ser mala. Me olvido de donde guardé la tolerancia, saturo mis mecanismos de autocontrol y exploto. Me dejo llevar por mis instintos. A diferencia de Mae West, cuando soy mala no es que sea mejor, es que soy maquiavélica. El infierno se desata en mi imaginación. Afortunadamente no llevo a cabo las maquinaciones que se me ocurren, me suelo limitar a pensarlas y a mantenerme a una cierta distancia prudencial de aquellos que no se encuentran en esos momentos en situación de favor. En general no me gusta el contacto con la gente, salvo con los seres que he elegido por algún motivo, racional o irracional, en cuyo caso me encanta.
Mis estallidos son tan fulminantes como meteóricos. Si me callo todo vuelve a su cauce, aunque es fácil que la situación se repita en un futuro. Total no ha sucedido nada grave, todo queda en un acelerón ante un contratiempo. El problema llega cuando, tras varios silencios, decido expresarme. La mera declaración ya acarrea desagradables consecuencias así que no me quiero ni imaginar qué ocurriría si pusiese en acción alguna de mis resolutivas ideas. Claro que al no dejar títere con cabeza no creo que tuviese que preocuparme por ver las caras de mis adversarios.
1 comentario:
Hola, Sol, buenos días; las fantasías criminales,si es a eso a lo que te refieres, son eso, fantasías. Supongo que incluso son buenas para la salud mental, una forma de deshogo de las tensiones. Y , en todo caso, si, mejor no llevarlas a cabo, eso por supuesto...
Un abrazo y hasta pronto.
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