jueves, 2 de enero de 2014

La ciencia del aparcamiento

Cada vez me afianzo más en la idea de que Barrio Sésamo debería imponerse como método educativo obligatorio. Las clases de Coco, el Conde Draco, Triqui, Epi y Blas eran entretenidas y muy didácticas. Su utilidad no se limita al público infantil sino que su inagotable sabiduría es válida a cualquier edad. De hecho habría que instaurarlas en las autoescuelas y que sus enseñanzas formasen parte del examen teórico de la DGT. Se trataría de reforzar nociones básicas: recordar los números, uno y dos para así aprender a ocupar una plaza por coche y no acaparar dos con un mismo vehículo, distinguir entre una raya blanca en el suelo y un árbol decorativo al que arrimarse en busca de sombra en verano, saber diferenciar el significado de las preposiciones en, sobre, entre, y para el nivel avanzado aclarar los conceptos de en línea y en paralelo.

Un coche grande no da derecho a invadir el hueco de al lado. Si nunca se es capaz de ajustarse al espacio disponible convendría plantearse un cambio de modelo de automóvil y decantarse por uno más manejable. Las plazas tiene límites, al igual que la inteligencia, pero no es recomendable llamar la atención sobre los de la segunda. Algunos opinan que no son tontos, tan sólo se consideran especiales. Su existencia honra al resto y, en agradecimiento, se merecen disfrutar de privilegios. También hay quien opina que el caso es destacar a toda costa pero, sinceramente, prefiero mantener ocultas mis carencias. Cierto que muchos diseñadores de garajes se rigen por la norma de que "donde caben dos, caben tres", el problema se presenta cuando ninguno de los tres es capaz de abrir la puerta. Supongo que estos cerebros tampoco vieron Barrio Sésamo y nadie les explicó en su momento que el juego de los cubos consiste en encajar cada pieza en la ranura con su forma y no en conseguir que el cuadrado pase, como sea, a través del círculo.

La falta de civismo no es un sustituto de la estupidez, sino un factor a añadir. Refleja que no se es consciente de que se vive en una sociedad. La convivencia es difícil, por eso es bueno estar al tanto de las vicisitudes de la relación de Epi y Blas que revelan, en su día a día, los trucos para tolerar las peculiaridades de los demás. No hay que armarse de paciencia, que no está al alcance de todos, sino de indiferencia y no picarse por memeces. Si se desea huir de la gente, la alternativa es convertirse en ermitaño. Dar rienda suelta al egoísmo e ir por libre, contra viento y marea, tan sólo complica más la vida. Cuando, a pesar de las inclinaciones, hay que resignarse y soportar a la humanidad uno se da cuenta de que el sacrificio es más llevadero sin enfrentamientos.

Moraleja: repasar Barrio Sésamo.

2 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol, buenos días; da toda la impresión de que has debido tener uno de esos percances de aparcamiento con que uno se suele topar día si, día también. Tomárselo con la deportividad con que la fina ironía de tu texto da a entender me parece, desde luego, la mejor opción.

Un abrazo y hasta pronto,

Elvis dijo...

Recuerdo lo bien que aparcaba yo mi 205 en cualquier rinconcito de Madrid.... Después, tardé un poco en hacerme al tamaño del focus, aunque la cabezonería que me caracteriza me hizo probar y probar en huecos pequeños creyéndome que la insistencia reduciría el tamaño del coche o ampliaría el hueco. Finalmente, un taxista me abrió los ojos con una frase que se me quedó grabada: "¡qué no te cabe!". Fue definitivo.